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Una foto en busca de una historia
Geisha
Ana Amor
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Antiguo 12/02/2019, 18:47   #161
Simon
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LA PARADOJA


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Cada día salen juntos, los tres, al niño lo dejan en el parvulario, ellos siguen con el coche recién comprado el verano pasado hasta el trabajo de ella. Se besan con amor mutuo, ella baja del coche enfrente del edificio donde está el colegio en el que trabaja. Les da tiempo para saludarse fugazmente y soplarse un beso sordo a través del cristal.

Es un edificio como tantos otros y algunos niños entran corriendo antes que la señorita de la puerta del centro en el tercero segunda, la Gestapo la llaman, cierre la puerta y se pierdan la primera clase esperando delante de la puerta del despacho del director.

Ella entra mezclada con el aluvión de niños mientras él da media vuelta a la manzana para volver a casa. Bueno, a casa, casa, no. Al bar de abajo a comerse un bocata de jabugo y una copita de Rioja. Se lo toma con calma, incluso se entretiene metiendo las monedas del cambio en la tragaperras. Tiene tiempo, está sin trabajo, el verano pasado se le terminó el paro pero a su edad claro… ¿Quién le va a dar trabajo? No hace falta ni hacer el ridículo presentando curriculums a su edad. ¿A los cuarenta? – venga hombre –

Le parece que la tragaperras está “caliente” y busca en el bolsillo hasta que aparece un billete de veinte euros. Llama familiarmente al camarero/propietario del bar para que le de cambio. Con diez euros es suficiente, pero después de los primeros diez euros mete los segundos y después le pide al barman que le “guarde” la maquina mientras va al cajero a sacar pasta que esto está a punto de soltar el gordo.

Cien euros después sube a casa cabreado porque no ha sacado nada y se ha dejado ciento cincuenta euros. También porque el Rioja ha hecho su efecto – no debería haberse tomado una segunda copa, y menos la tercera – y el efecto que ha hecho es que va calentito en todos los sentidos.

Entra en casa, cierra la puerta con dos vueltas de llave, la suegra tiene llaves y nunca se sabe cuándo aparecerá la harpía, y se mete de cabeza en el ordenador. Lo tienen conectado con wifi a la tv y directamente carga la página del youporn. El resultado de la maniobra es que por enésima vez se está pajeando como un mono pero decide que esta vez será distinto. No quiere acabar corriéndose en el lavabo.

Se dice para si mismo que, a pesar que no tiene queja de su mujer, cambiar de pienso de vez en cuando no será malo. De todas maneras nadie lo sabrá. Bueno, tendrá que inventar alguna avería del coche o algo parecido para justificar los trescientos euros que piensa sacar del cajero. Por un momento siente remordimiento por los ciento cincuenta euros que ha metido en la máquina del bar pero rápido aparta este pensamiento ayudado por un cubalibre de testosterona y Rioja.

Cierra la página porno y abre una de las cuatro o cinco que conoce donde se anuncian chicas. Hace tiempo que no las visita, de hecho desde que se fueron a vivir juntos, se sorprende del tiempo que hace.
Vamos a ver… como todas tiene un menú para que elijas lo que quieres comer, y se ríe solo de su propio chiste, le gustan morenas, altas, entre treinta y cuarenta años… ojos claros – venga va, azules o verdes – tetas, culo, mmm… ¡Enter!

Y le salen unas cuantas chicas con las características que ha introducido. Las repasa cuidadosamente para asegurar el tiro, se ríe otra vez de su chiste, y de repente se queda mirando fijo un anuncio. La conoce, la reconocería entre un millón aún que no le vea la cara.

Coge el móvil, marca pero no llega a llamar, se queda con el teléfono en la mano mirando fijo a ninguna parte, mirada bovina. Vuelve al ordenador, se asegura, baja al bar y se bebe el resto de la botella de Rioja, insulta al camarero por aconsejarle que las diez de la mañana es una mala hora para meterse un Rioja entero y se va sin pagar. El camarero le deja, no es la primera vez y siempre acaba pasando su mujer para saldar deudas.

Coge el coche y conduciendo en modo suicida y asesino para alguna moto vuelve donde ha dejado a su mujer, no están casados pero es su mujer, deja el coche en doble fila y entra en el portal, sube hasta el tercero segunda, llama más de la cuenta al timbre y cuando abren preguntando que se quema grita:

.- ¡Yo!

Y pregunta por su mujer, no la conocen pero le indican que tres pisos más arriba hay un piso – ya sabe, de chicas – que ellos no encuentran nada adecuado para los niños y… los deja con la palabra en la boca mientras sube a grandes zancadas los tres tramos de escaleras que le separan de “tres pisos más arriba”.

Llama al timbre y pregunta por ella, pero no por ella, por el nombre que ha visto en el anuncio. Le hacen pasar a una habitación y a los cinco minutos aparece ella vestida de “calle”, una amiga la ha avisado porque lo ha reconocido de alguna mañana que han coincidido en el portal.

Él quiere gritar, pero no le sale, el Rioja es persistente, sale corriendo del piso, baja a saltos poco atléticos las escaleras, se hace daño en la rodilla y se va medio andando medio corriendo por la calle.

Ella baja corriendo detrás de él pero no lo alcanza, ve el coche y busca en el bolso el duplicado de las llaves, al final lo ha pagado ella, lo arranca pidiendo perdón al follón de coches que se ha organizado y se va a casa.
En casa no hay nadie, se sienta, se levanta otra vez apaga el ordenador con su foto, se sienta otra vez y espera.

Él llega, se ha despejado lo suficiente y hace ademán de empezar un discurso agresivo en su forma y contenido.

Ella lo ve - ¡calla! – le espeta. - ¿Cómo te crees que pagamos las facturas, el coche nuevo, el bar que es tu segunda casa, el colegio del niño? ¡Si, yo trabajo de puta y tu eres un putero!

.- Pero tu…

.- ¡A callar! ¡Estoy hasta el coño, voy a coger a mi hijo, me alquilo un piso y me voy! ¡Estoy harta de mantenerte! ¿Cómo piensas pagar las facturas? ¡¿Eh, eh?!

Él calla, no ha medido el alcance de las consecuencias. Sabe que no hay vuelta atrás, ha quemado sus naves.

Ella calla, piensa si debería haber sido sincera y si las cosas hubieran ido distintas. Cree que no pero que nunca lo sabrá.

Se sientan y callan. En realidad hablar, lo que se dice hablar, no hablaran nunca más.
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Lara È (15/02/2019), Siroco (12/02/2019), ToniToni (12/02/2019), Trauet (13/02/2019)
Antiguo 17/02/2019, 16:58   #162
Simon
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À LA RECHERCHE DU TEMPS PERDU (HUMILDEMENTE)


A Ida, por haberme hecho feliz más de lo merecido

habana-x

Aquí estoy, al veinte por ciento de mi tanque vital, varado como un viejo barco pirata en los escollos de la madurez más que avanzada, con las olas de lo que creí mi océano y resulto ser un pequeño lago zarandeando lo que en algún momento pasado fue envidia de chalupas a las que ignoraba y hacía zozobrar a mi paso. Las nieves del tiempo blanquearon mis aparejos, si no lo digo reviento.

Desde mi retiro forzoso entre las rocas esperando mi turno en el astillero donde me van a desguazar no me queda otro entretenimiento que recordar.

Recordar con lo que me trae la brisa. Un olor, un sabor – si, la brisa puede tener sabor - , un murmullo, un ruido, los espejismos, que no lo son, jugando con mi mente el viento y el sol, violencia… ¡hay mucho para recordar! Y recordar es vivir un poco otra vez.

¡Cuánto desperdicio!

El olor de los tablones podridos y húmedos de la cubierta me recuerda a La Habana, también sus quejidos. La Habana huele a mar, huele salado hasta la Plaza de La Revolución, a partir de ahí solo huele húmedo, pero no húmedo sin más, la humedad tiene sabor.

Sabor a fritanga, a edificios empapados que se empeñan en no caer, parece que quieran sobrevivir a la revolución, quieren mantenerse erguidos el día que se pueda escoger. La Habana sabe a vegetación asilvestrada, cimarrón, es vegetación que alguna vez fue domesticada y doméstica pero que lentamente hizo su propia revolución y recupero la libertad para caer en la inanición. El mar le aporta nutrientes y sobrevive para seguir su imperceptible pero imparable avance.

Olor a frutita, a malanga frita, a yuca hervida con sal y el azúcar más fino que se pueda encontrar exceptuando el fondo de una botella de ron. A bananos fritos dos veces y convertidos en patacones, huele a negra mezclada con los patacones fritos, huele porque no tiene donde bañarse.
La Habana huele a sexo de negra hervida con patacones de banano en busca de huevos de gallina comprados fraudulentamente en la calle con chavitos obtenidos fraudulentamente tras los huevos de los yumas capaces de pagar cincuenta o cien cañas por una negra con sabor a banano. Cada caña veintiséis chavitos en la casa de cambio, veintiocho en la calle.

La humedad además de olor tiene sonido. Hace ruido. No hay más que acercarse al Cementerio Central intentar entrar y se oye una voz que dice:

.- ¡La visita son dos pesos convertibles!

Si se ignora y se sigue entrando a mano derecha, dentro de una capilla hay una reproducción de la Mare de Deu de Montserrat, te sobresalta cuando parece susurrarte:

.- Simón, ¿Qué has hecho con tu vida?

Es mejor tratar de ignorarla también, ahí cada uno, y meterse de lleno entre las tumbas en el suelo pero elevadas cosa de un metro y los panteones de los indianos que parecen gritar su fortuna. Las tumbas terrenales son una mezcla de ritos católicos y de religiones paganas como la Yoruba de origen africano, y dicen que los ramilletes de hierbas y raíces resecas en vez de cruces las ponen los Orishas.
En verano hace tanto calor que de las tumbas modestas se puede oír como crujen los huesos de los muertos con un ruido parecido a partir una rama. De los panteones no, los señores están más frescos y no crujen. Tampoco son envidiables.
Detrás de los panteones, allí donde da la sombra se pueden encontrar alemanes de seis pies empujando a negras de ocho pies con olor a fritanga de banano patacón.

Cuando llueve La Habana huele a tierra, a arcilla, a vegetación exuberante y a vegetación podrida, huele a basura y excrementos. Huele a mierda y a corrupción.

La Habana sabe sobre todo a arroz y frijoles negros, a veces rojos, y casi siempre con vida interior. Proteínas.
El sol en La Habana lo va cociendo todo, a fuego lento pero puede con todo hasta que viene un ciclón y hace limpieza física, la moral necesita un programa más complejo y prohibido.

A veces el cielo se oscurece hasta parecer de noche en pleno día, el viento sopla a doscientos ochenta kilómetros por hora arrasándolo todo y aullando como mil manadas de lobos, levanta todo lo que no esté pegado al mundo y te agrede tirándote encima todo lo que puede. Y puede mucho, es muy poderoso. Luego te arrepientes de no haber construido un Arca de Noé, llueve furiosamente y ruidosamente, las aguas del océano suben varios metros empujadas por las súbitas bajas presiones según muchos o por el aletear de las alas del Arcángel San Gabriel según algunos menos. Todo se inunda, las casas construidas con medios quedan convertidas en pequeñas islas sin playa, solo con medio jardín. El otro medio está bajo las aguas o simplemente se fue volando.

El resto de edificios se inundan despiadadamente pero como si florecieran con el aporte exagerado de agua marítima en sus azoteas se oye música cubana en la oscuridad. Se llama capacidad de adaptarse al medio.
La Habana tiene olor, sabor y sobre todo espejismos de amor por todos los rincones, como principal exportador mundial de mujeres y no precisamente por mafias de trato de personas sino por saberse vender bien el amor fingido, el amor verdadero, que también lo hay corre por las calles, después viene el olor y el sabor de negra mezclado con bananos fritos. Infinidad de generaciones de bananos fritos han secumbido al amor en cualquiera de sus facetas y se han multiplicado por todos los continentes habitados.

Aquí estoy, en mi viejo barco pirata, que después de navegar los siete mares terminó convertido en un montón de madera podrida lista para hacer aserrín con él y con las velas colgadas como un ripio. Como los balcones de La Habana.

Sé que mi inmovilidad es temporal, que el tiempo es largo a pesar que no me sobra, pero algún día, un día, volveré a La Habana, Y si me dejan, me quedaré. Y si me dejan quedar me compraré una parcela, de las modestas no doy para más, en el Cementerio Central de La Habana y dejaré escrito donde quiero ser enterrado. Y cuando me entierren me reiré a mandíbula batiente y obviamente descarnada cuando crujan mis huesos para asustar a los turistas al pasar a mi lado.

Todo eso y mucho más es La Habana, ciudad que amas y odias a la vez, como todos los verdaderos amores pasionales, que cuando caes en sus redes es para toda la vida. Naces donde deciden otros, pero al final descansas donde eliges. Yo fui pasto del amor cubano hace veinticinco años y todo el tiempo que he perdido viviendo otras vidas, y el que perderé, lo recuperaré cuando el tiempo sea infinito.

Soy Habanero.
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Bruna Brazil (23/02/2019), Lara È (19/02/2019), medved69 (17/02/2019), Trauet (17/02/2019)
Antiguo 23/02/2019, 15:47   #163
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Per què les busques dels rellotges giren en el sentit de les busques dels rellotges?


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L’home blau s’està al cafè, fent anar la cullereta dins d’una tassa de poniol. Se li acosta un home magenta, amb aspecte neguitós.

–He de parlar amb vostè. ¿Puc seure?

–Segui.

–No sé per on començar.

–Pel començament.

–El mes passat vaig seduir la seva dona.

–¿La meva dona?

–Sí.

L’home blau triga quatre segons a contestar.

–¿Per què m’ho ve a explicar?

–Perquè des d’aleshores no visc.

–¿Per què? ¿L’estima tant que vol viure amb ella? ¿Ella no l’estima i això el neguiteja?

–No.

–¿És el remordiment, potser?

– No. El que passa és que no em deixa viu¬re. Em truca de dia i de nit. I si no contesto ve a casa. I si no hi sóc em busca pertot. Em ve a veure a la feina, diu que no pot viure sense mi.

–¿I?

–He perdut la tranquil•litat. Des que la vaig conèixer no me l’he pogut treure del damunt ni un sol dia. ¿Vostè no s’ha adonat de res?

–¿Quan la va conèixer?

–Fa un mes i mig. Vostè era a Roma.

Efectivament, l’home blau va ser a Roma fa un mes i mig.

–¿Com ho sap, vostè, que jo era a Roma?

–¿Que no em creu? M’ho va dir ella, quan la vaig conèixer. La vaig conèixer en un curset d’informàtica.
Efectivament, la dona va fer un curset d’informàtica aprofitant que l’home blau era a Roma.

–¿Què vol, doncs? –diu el blau.

–Que m’ajudi a sortir-me’n. No és que no m’agradi, la seva dona. És extraordinària, in¬tel•ligent, sensual. ¿Què li he de dir? Però...

–És molt absorbent.

–¿Oi que sí? –diu, content, l’home magenta, veient que l’home blau el comprèn.

–Té ganes de treure-se-la del damunt.

–Sí, francament.

–No el deixa tranquil ni un moment, ¿oi? Si el veu tot sol, fumant, prenent la fresca, lle¬gint el diari, estudiant, mirant el programa de televisió que més li agrada, el que sigui, immediatament se li estira al damunt i comença a fer-li magarrufes.

–A més, si no estàs del tot per ella es pensa que fa nosa i es posa d’aquella manera que es posa. Per això, tot i que sé que no hi tinc cap dret, vull demanar-li un favor: parli amb ella, munti-li una escena de gelosia, amenaci-la. El que sigui. Qualsevol cosa perquè no ens vegem mai més.

–¿De debò vol treure-se-la del damunt?

–Sí, sisplau.

–Res més fàcil. Faci com jo. Deixi de defugir-la, no s’amagui, sigui amable, tendre, considerat. Estigui més per ella que no pas ella per vostè. Truqui-li, digui-li que l’estima com mai no ha estimat. Prometi-li que li dedicarà la vida sencera. Casi-s’hi.

Quim Monzó, El perquè de tot plegat. Barcelona: Quaderns Crema, 1993
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Bruna Brazil (23/02/2019), JaSex (23/02/2019), Trauet (23/02/2019)
mi-mensajex Perfiles Destacados de Pisos/Agencias - Publicidad
Antiguo 09/03/2019, 15:55   #164
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SU MENDA


Captura-de-pantalla----a-las-

Y hasta aquí hemos llegado.

Siempre había sido un chico solitario, en el colegio tenía algunos amigos, pero amigos de colegio, de esos que con los años vas perdiendo de vista porque cada uno toma un camino distinto, pero donde realmente se sentía cómodo era en casa, en su habitación, tenía su mundo en el cual la reglas las dictaba él. Pequeño dictadorzuelo, sin maldad, pero también sin escrúpulos.

No era mal estudiante, nada espectacular, así que apoyándose en algunas asignaturas para las que tenía especial facilidad se sacó los cursos uno detrás de otro a la primera, aprobó la selectividad y se matriculó en una carrera técnica. No es que le gustara especialmente pero para las materias que tenía facilidad era adecuada y además no le obligaba a interactuar demasiado con los demás alumnos.

Las carreras de letras las había desechado en bloque porque desde siempre la ortografía había sido su caballo de batalla. Además estaba aquello de que la gente de letras es más “enrollada” que traducido a la práctica que le interesaba a él quería decir mayor promiscuidad social. Que miedo y malestar todo junto - ¿ Por que todo junto se escribía separado? -. Nunca entendería a la gente de letras…

A todo eso fueron pasando los años, le salió pelo donde le debía salir, no demasiado, termino no sin esfuerzo la carrera, como no quería trabajar hizo un master de un año, eso que ahora llaman una maestría, para aplazar el inevitable ingreso en el mercado laboral hasta que su padre a través de un amigo de un amigo le buscó un trabajo en un despacho de diseño propiedad de un conocido del amigo del amigo de su padre.

Empezó a darse cuenta que en la vida no todo era pasar cursos con mayor o menor fortuna y pasaba los días haciendo trabajos de meritorio, como Mónica Lewinsky pero a ella la llamaban becaria.

Había un par de diferencias más; una era que estaba seguro de que el propietario y creativo del despacho era gay y que a pesar de que le había insinuado alguna vez que se la chupara él se había hecho el distraído como si no se enterara. La segunda cosa que lo diferenciaba de la Lewinsky es que él cobraba. No mucho pero algo le pagaban. Seguramente porque la ley lo exigía, no porque tuvieran ganas o porque su trabajo lo mereciera. Él quería ser creativo, pero era difícil lamiendo sobres todo el día. Además, cuando lamia sobres siempre encontraba la mirada del creativo jefe mirando fijo.

Saliendo del trabajo le gustaba pasear por la Rambla Catalunya, acercarse al Palau Robert, a la Casa de les Punxes, entrar en algún bar de la zona donde le llamaban de usted y por poco dinero podía pasar por alguien exitoso y adinerado. Incluso por un café por relativamente caro que fuese. Eso si, el chocolatito al lado siempre terminaba en el bolsillo para cuando viera el culebrón en la tele.

El de la tele era un momento del día que no le gustaba demasiado, llegaba la cena, hacer sus abluciones antes de ir a la cama y a dormir. No le gustaba porque en el baño no le quedaba más remedio que mirarse en el espejo, ya intentaba mirar al suelo para no tener que verse pero antes o después tenía que levantar la vista a riesgo de descalabro. Un baño es un sitio potencialmente peligroso y lo que veía no le gustaba. Se había convertido en un ser de piel blanca, de movimientos suaves, amanerado hasta la saciedad hasta que un día cayó en la cuenta y en la bañera de que podía convertir todo aquello que no le gustaba de si mismo en un personaje impostado. Convertirse en quien no era, pero pensó que con el tiempo se acostumbraría a si mismo.

Lo siguiente tampoco le gustaba, su anacoretismo trabajado desde la infancia le había privado de las habilidades sociales para relacionarse con las mujeres.
Sencillamente no sabía hacerlo. Las intentonas, no muchas, habían sido patéticas y cuando no habían terminado en un rechazo frontal con banda sonora de carcajadas simplemente lo habían ignorado. No sabía que le había dolido más.
La consecuencia inevitable era que día sí día también se iba a la cama dos veces, la primera antes de masturbarse pensando en cualquier chica joven que le gustara, le gustaban jóvenes, alguna vez con el creativo jefe empeñado en que le hiciera felaciones, había terminado con fantasear con ello secretamente incluso para sí mismo, y la segunda cuando había metido la toalla escogida de las que había comprado en el Corte Inglés al efecto después de unos cuantos desastres con las sábanas.

A todo eso de manera lenta e imperceptible fue comprando ropa más…cool, cortándose el pelo distinto, otros zapatos y sobretodo – también se escribe junto – ir adoptando una actitud más distante y más dura con la sociedad que lo albergaba incluido el despacho. La sociedad tragó, el despacho no. Una mañana el creativo jefe dueño del negocio lo llamo a la sala de brainstorming y delante de todo el mundo lo despidió. Él se quedó con la idea que lo despedía por no mamársela.

Se encontró en la calle a unas horas a las que no estaba acostumbrado, se metió en un bar, cogió un periódico mugriento de las docenas de personas que habían desayunado en la vertical de Messi y mientras se tomaba el cortado lo fue ojeando. O al revés, daba igual. O no.
Le llamo poderosamente la atención un anuncio con alguna foto promocional en el que se anunciaban chicas jóvenes a tanto la hora. Rápidamente se sintió atraído, pero las que le gustaban costaban un montón de dinero y las que podía pagar con la prestación de desempleo que le iba a quedar del sueldo de miseria que había cobrado no le gustaban.

Decidió ir a un bar de esos que te alquilaban ordenadores por un módico precio también por horas e investigo el tema. Fue muy instructivo. Averiguó que también se podían contratar tiempos más cortos, ya le iba bien, en realidad le iba mejor, podía tener sexo con chicas jóvenes y guapas, le salía más barato y además no necesitaba habilidades sociales para tiempos tan cortos que eran suficientes para un sexo un tanto egoísta no le obligaba a interactuar con la chica de turno a niveles más humanos. Sociales.

También descubrió que en la net había toda una oferta sexual y que agrupados en organizaciones privadas montones de usuarios de la prostitución interactuaban entre ellos para intercambiar ideas e informaciones al respecto. También los había sobre la cría de tortugas o de dueños de perritos asesinos o de cocina. Se dio de alta - ¡era gratis! – en tres o cuatro portales, foros los llamaban.

Se puso un nombre, Nick lo llamaban, que ligara con la imagen que tenía de sí mismo, una foto que consideraba que lo representaba, avatar lo llamaban, y desde aquel día desarrolló una personalidad nueva que como nadie le conocía le fue relativamente fácil. Se auto convenció de que se había convertido en un macho alfa y trató de trasladar al mundo real su nuevo “yo” con suerte desigual.
Los que le conocían previamente pasaron de la perplejidad a la carcajada y sus nuevos conocimientos de la perplejidad a la carrera. Les agobiaba.

El mundo virtual ganó terreno y se convirtió en el primer mundo y el mundo real en la escapatoria donde solo iba cuando deseaba una chica joven y guapa que se pudiera costear, y poco más.

Él fue feliz en su mentira.
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Alessia (15/03/2019), Lara È (15/03/2019), Ptha (09/03/2019), Siroco (09/03/2019), Trauet (11/03/2019), Yuri Deher (09/03/2019)
Antiguo 14/03/2019, 15:00   #165
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VENDETTA


gran-danes-negro-x

Como cada tarde de invierno cojo el coche para hacer los cinco kilómetros que separan las tierras de la finca de mi casa. Cinco de ida y cinco de vuelta.
Aún que sean las siete o las ocho de la tarde ya hace bastante que es de noche, en invierno entre montañas el sol se va enseguida.

Me da una pereza horrorosa, con lo bien que se está en casa con las pantuflas viendo chorradas en la televisión, escribiendo en SMB en el ordenador, merendando o todo a la vez. Bueno, a veces me cabreo con el ordenador pero siempre tengo la posibilidad de apagarlo o ver porno sadomasoquista a la vez de Sálvame que por alguna razón liga muy bien. Como la mayonesa, y así se me pasa el mal rollo con los foros.

En cualquier caso no hay más remedio, cojo el coche pequeño de mi mujer, al fin y al cabo es ella que me obliga, carretera y manta. Hace un frío que pela, está helado y oscuro como la boca del lobo. Es una carretera muy recta ligeramente en subida y con muy poca circulación, eso hace que las luces del coche iluminen relativamente poco, la luz se pierde en una oscuridad que parece infinita.

Al llegar a la finca, solo abrir las puertas para meter el coche en los terrenos propiamente, lo oigo. Está completamente histérico. Me acerco a la caseta y lucho durante diez minutos con las manos heladas para desenredarlo de la larga cadena que se le puso para que tuviera un poco más de “libertad”. Cuando termino me lame las manos y me hace fiestas, yo me siento culpable por haber perdido la guerra de guerrillas con mi mujer y ahora ser incapaz de rebelarme.

Es verdad que es un perro muy grande, en un Dogo Alemán de casi noventa centímetros en la cruz y noventa kilos de peso, cuando se pone sobre dos patas es más alto que yo y si se me apoya en los hombros con las patas delanteras si no voy con cuidado me tira al suelo.
Le pongo agua limpia, le pongo una olla enorme de arroz hervido con vísceras que ya me guardan en la carnicería y algunas veces también le mezclo algo de pienso. Lo alimentaría con pienso pero saldría carísimo, además pienso que el arroz está calentito y le irá bien para el frío.

El problema de fondo es que mi mujer lo echó de casa porque decía que era como tener un ternero pero con muchos más dientes en casa y que podía ser peligroso para los niños. Intenté contraatacar argumentando que precisamente todos estábamos más seguros con él en casa pero fracasé. El detalle que lo hubiera bautizado como Bormann no ayudó, era una figura histórica mal vista en casa. Para mí ahí estaba el chiste.

El resultado fue que el pobre Bormann terminó en la finca que era como el espacio exterior desde casa atado a un árbol, una larga cadena que apenas le daba para meterse en una caseta justita para su tamaño y protegerlo del frío lo aprisionaba. Siempre terminaba atándose a sí mismo haciéndose un enredo con la cadena.
Estuve un rato con él, lo desaté para que corriera un poco y lo volví a atar y me fui a por el coche sin decirle gran cosa más ni mirarlo mucho porque me daba pena y me sentía culpable. Bormann tenía miedo de mí y a la vez me amaba, y en cierto sentido los sentimientos eran mutuos.

Eso era miedo encubierto, el camino de vuelta era terror a tumba abierta. Cada noche era igual, arrancaba el coche y enfilaba la carretera que ahora hacía una ligera bajadita lo que la hacía aún más oscura y daba gas a pesar de lo helado que estaba todo, pero el coche parecía que no quería correr, simplemente se dejaba caer carretera abajo como si solo la gravedad tirara de él.

Más o menos a medio camino notaba una presencia, la esperaba, en el asiento trasero y no me atrevía a girar la cabeza por puro terror, también evitaba por todos los medios mirar el espejo retrovisor por miedo de que ella, porque era ella, me mirara fijamente y nuestras miradas se cruzasen. No podía dejar de pensar que era curioso porque sin mirarla, la veía. Era rubia, con el pelo largo y liso, piel blanca, llevaba un vestido floreado al estilo hippy de los años sesenta, no tenía cara o yo no la sabía “ver” pero el resto, sin mirar, si lo veía. No decía nada, no interactuaba conmigo ni se movía pero notaba que estaba pendiente de mí.

Seguía en el coche cosa de un kilómetro largo y luego desaparecía sin más. Incluso un par de veces hice acopio de valor y me di la vuelta bruscamente dispuesto a encontrarme a cuarenta centímetros de mi espalda lo que fuera, o quien fuera. Llegué a esperar que en algún momento me dijera algo, no sé, una revelación. Como si me tuviera que dar la Tablas de la Ley o sacar una guadaña y cortarme la cabeza. No era capaz de discernir si venía cada día en son de paz o a partirme la crisma.

Duró meses, cada noche lo mismo, un psiquiatra me hubiera hablado de traumas de infancia con mi madre o de exceso de sexo de pago. O de las dos cosas.

Una noche cuando subí a la finca a dar de comer a Bormann la cadena estaba rota y no estaba. Lo busqué por todas partes y definitivamente no estaba. Noventa kilos de perro no se esconden en cualquier rincón. Forzosamente alguien lo había soltado rompiendo la cadena con algo y le había abierto las puertas de la finca, no podía haber salido solo. Pensé en ir a la policía a poner una denuncia pero cuando baje hacia el pueblo en el asiento de atrás del coche por primera vez en mucho tiempo no apareció nadie ni nada. Aflojé la marcha para calibrar la situación y después de pensar un rato decidí irme a casa directamente.

¿Cómo le digo a la policía que mi sentimiento de culpa iba sentado en el asiento trasero del coche de mi mujer, que se había bajado sin que lo viera y había liberado a mi perro cautivo de la guerra de guerrillas que sosteníamos con mi mujer y de nuestro egoísmo?

Me hubieran encerrado. Y con razón.
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Simon
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TIOVIVO


ROB_Carrusel_Maquinas-simples-

Le despertó una voz de hombre que cantaba las virtudes con un entusiasmo sobreactuado de una máquina para picar carne que inicialmente se coló en su sueño de manera algo angustiante. Tardó algunos segundos - ¿o fueron minutos? – para entender que era la tv que por alguna razón estaba encendida desde vaya usted a saber cuándo.

Lo que tardó un poco más en descubrir es que de alguna manera había logrado llegar a su cama en un evidente estado etílico. Seguro que estaba en su cama por el olor, hacía semanas que no cambiaba las sábanas y olían a los olores corporales que desprende un ser humano normal. Olía a sudor y al olor inconfundible de sus pedos.
No abrió los ojos por si se mareaba e intentó a ciegas erguirse en la cama. Lo primero que le hizo reaccionar fue el puñetazo que le soltó la resaca en la coronilla - ¡hostia! – y lo segundo una viscosidad en los pies acompañada de otro olor inconfundible que le recordaba que la noche anterior en el rebote de dejar caer su cuerpo nada liviano sobre la cama le había provocado un sube baja estomacal de todo que había comido y bebido, sobretodo bebido en el Bikini, provocándole el vómito caliente, viscoso y desagradable que sin embargo le había permitido dormir aliviándole la borrachera.

Intentó quitarse la ropa que no se había quitado la madrugada anterior sin mancharla demasiado al pasar por los pies con suerte desigual, se fue a la ducha con los ojos entreabiertos a ratos calculando cuando le tocaba venir a la señora de la limpieza intentando manchar lo mínimo posible. Estaba buena la señora de la limpieza, en fin… le había echado algún tiento y se había mostrado poco receptiva. Sería cuestión de insistir.

La ducha de agua calentita fue larga y reparadora exteriormente pero su interior seguía adoleciendo de una inestabilidad peligrosa. Salió de la ducha y como Dios lo trajo al mundo, sin secarse demasiado, se fue a por la George Clooney que hacía café y puso un tazón enorme que le había regalado alguien con la Estatua de la Libertad dibujada símil Andy Warhol. A él le gustaba más Marilyn Monroe que la Libertad. Fue metiendo capsulas doradas de café cagado por una gineta, carísimo, según decía el estuche hasta que la Libertad quedo llena de café cagado.

Se sentó en el sofá apartando la ropa sucia con un gento que intentó ser elegante y con una pierna mirando pá Cuenca y la otra pá Candanchú se tiró el café garganta abajo en tragos largos a ver si podía abrir totalmente los ojos que parecía chino. Descubrió que tomarse medio litro de café extra fuerte en una taza balanceándola por encima de donde debería estar su regazo, pero como había abierto las piernas solo estaban los restos del pijo y los huevecillos, era una mala idea y se quemó con un chorrito de gineta en el pubis. Eso lo terminó de despertar.

Se fue al baño a soltar lastre para quedarse tranquilo del todo sin poder evitar al tío que lo miraba desde el espejo, tenía un aspecto tirando a repugnante trabajado a lo largo de los años, se encontró un parecido a Copito de Nieve, incluso tenía los ojos azules y la barba mal afeitada se insinuaba blanca. No parecía un dandy precisamente, si se pone en la calle le dan un par de euros, de todas maneras no había visto nunca un indigente con aquellas lorzas, y a un dandy menos.

Necesitaba comer para hacer base en el estómago y beber porque como todo el mundo sabe la mejor manera de superar una resaca de campeonato es beber inmediatamente otra vez. Ni que sea para pillar el puntito. - ¿A todo eso que hora era? – Veamos… las siete de la tarde, había dormido casi todo el día y si no fuera por el tío de la carne picada aún dormiría.

Se bajó al Bar del Grasas que nadie sabía cómo se llamaba pero por la pátina que cubría todo lo fijo y todo lo movible se había ganado la reputación, de hecho el Grasas original había sido el padre así que el titular que era más o menos de su edad vendría a ser el Grasas Junior.
Se gastaba una mala leche importante, a la más mínima se ponía a gritar como un loco, salía a la calle y como mirando al Tibidabo se veía la antena de telecomunicaciones te gritaba; - ¡vete a la antena coñiiio, vete a la antena! – todo acompañado con grandes espavientos y ademanes.

.- Hola Grasas… no me toques mucho los huevos que estoy hecho polvo.

.- ¡Mira el señorito!, ¡joder, a las siete y media de la tarde! ¿a ti te parece normal?

.- Venga, ponme una copa de algo, que sea fuerte y que sea triple.

.- Joer neng… vamos cocios eh… - dijo el Grasas poniendo en un vaso de tubo una cantidad poco racional de algo transparente y alcohólico.

Me lo tragué en tres o cuatro viajes no estando seguro que fuera muy buena idea.

.- Mañana te lo pago que necesito la pasta.

.- ¡Y se queda tan ancho el señorito! ¡Que lo paga mañana! ¡Vete a la antena!

.- Gracias Grasas eres buen tío pero no me grites, me duele la cabeza.

Me fui andando hacia la estación de Sants directo al McDonalds que fue lo más grasiento que se me ocurrió después del Grasas, pero es que el Grasas tenía una mierda de tapas. Pedí tres menús de los de las hamburguesas de varios pisos con doble de patatas y tres Coca-colas. Hasta salió una chica de detrás del mostrador para ayudarme a llevar todas las bandejas a una mesa donde me comí de manera sistemática y desde mi punto de vista terapéutico todo lo que tenía delante. Mucha grasa y mucho azúcar.

Ya en la calle dudé un momento si cogía el metro o el taxi y la modorra momentánea después de comer me hizo decidir por el taxi.
Algunas veces en los taxis se está bien, era ese momento que la noche le está ganando la batalla a la luz, me gusta este momento, la radio encendida con un programa de esos que solo se oye la cantinela de lo que hablan pero no se entiende nada, desparramado por el amplio asiento trasero y viendo el remodelado paralelo hasta Colón. Mú chulo. Antes de bajarme del taxi, cuando ya había pagado, aflojé un largo pedo silencioso, de esos de carga de profundidad, húmedos apestosos que por lo menos liberaron a mi intestino de la capacidad de medio litro de gases.

Subí un trecho paseando por la Rambla hasta que como atraído por imán me metí por una callecita a la izquierda, me gustaba pasear por las callecitas de la Barcelona antigua sin rumbo fijo pero invariablemente fuera cual fuera el trayecto terminaba como sin querer en una plaza donde hay un bar con unas bravas excelentes, unas bombas picantes para ganar concursos y unas gambas al ajillo que apestabas a ajillo, a que sino, pero estaban de muerte. Eso y un par de Woll Damm terminaron de estabilizarme.

Para la segunda Woll me trasladé de la mesa a un taburete de la barra para soltar un poco más de gases aprovechando la maniobra y para poder observar la plaza a través del ventanal grande, espacioso y sin cortinas.
En la plaza se estaba produciendo de manera paulatina el cambio de guardia entre las meretrices que trabajan durante el día y las del turno de noche. No muchas doblan turno, y, en general, las que lo hacen es mejor evitarlas.

Cualquiera que haya estado en Amsterdam se dará cuenta de que las cosas funcionan justo al revés. Allí, en el barrio rojo, las chicas están en escaparates y los clientes deambulan por la calle intentando decidirse, aquí las chicas van deambulando dando, más o menos, vueltas a la plaza y son los clientes que están tras los cristales observando la calle. Seguramente tiene que ver con el puritanismo del Mar del Norte y el esto es jauja de los mediterráneos.

Cuando ves una chica que te gusta haces algún gesto de complicidad, la elegida entra en el bar para establecer los términos económicos de la transacción y si hay acuerdo se sale más o menos juntos, más bien menos, al lugar escogido.

Sin que le diga nada me entra una nigeriana que no está mal pero no es lo mío. A cualquier cosa que le digo me contesta que veinticinco euros, no me entiende, cuando se lo digo en inglés, pasa de hacerse la nigeriana a hacerse la sueca pero al cabo de un rato de negativas termina por irse no sin antes sobarme bien sobado como último recurso a ver si las hormonas y las neuronas me juegan una mala pasada, pero no. Se va a la plaza otra vez a seguir con el carrusel y a pesar de mis gestos de negación absoluta sigue intentándolo con muecas.

Me olvido de ella y centro mi atención en una mujer en los cuarenta, con aspecto de ser de la península, el pelo negro, corto y un abrigo corto de una talla lo suficientemente explicita como para intuir todo lo que hay debajo y lo suficientemente corto como para dejar ver unas botas hasta las rodillas, también se ven dos jamones que prometen firmeza.

Le hago un gesto y sin cambiar la expresión entra, se pide una caña a mi cargo y me desgrana precios. Le digo que quiero ir al hotel y eso tiene una incidencia al alza en las tarifas. En realidad son las mismas tarifas que tienen todas ellas, por lo menos las de su casta. Acepto y salimos ella delante y yo unos dos o tres metros detrás como si no nos conociéramos. Este pasacalle siempre me ha parecido especialmente frío y desagradable. Entramos al hotel y mientras yo pago ella coge directamente la llave de una habitación.

El momento del ascensor en que te quedas solo con una persona que no conoces de nada pero sabes que en diez minutos estarás en lo que estarás es muy raro. Es a la vez excitante y claustrofóbico. Una vez en la habitación arreglamos el tema de la economía y pasamos al que para mí es el punto álgido de la incomodidad. Cuando se pone en circulación los bidets, los bideles que dicen algunas. Sobretodo si sigue haciendo la misma cara de palo que cuando estaba dando vueltas al tiovivo de la plaza.
Hay ducha pero por alguna razón raramente funciona. Primero me lava a mi desde la punta del pijo hasta más atrás del perineo, y cuando ya estoy en la cama con unas sábanas aparentemente muy limpias veo como ella quitándose la ropa levanta una pierna y con una mano transporta agua del chorrito del bidet al chichi haciendo un ruido muy concreto: chap chap chap, un poco como las mareas pero algo más contenido.

Se viene para la cama y tiene tendencia a hacer la estrella de mar y todo ello con la misma cara, a mi me parece que podría hacer un poco de comedia, pero no, y no sé si es mejor o es peor.

Me indica que la puedo besar donde quiera pero en la boca no, esto es algo que siempre me ha intrigado, al cabo de la noche habrá hecho con su boca las cosas que se suponen en estas circunstancias, pero besar en la boca no. En fin… me dedico a sus Magnificas Tetas que si se dejan besar, chupar, lamer y cualquier otra cosa y después de haberme hecho un francés “sin” con la boca que no se puede besar me enfunda un preservativo con la habilidad que solo da la práctica. Me pongo encima apoyándome en los codos para no asfixiarla bajo mi enorme peso y bombeo anticipando mentalmente como acabará la cosa sin equivocarme.

Me dejo caer a un lado mientras ella enciende un cigarro - ¿aquí se puede fumar? –

.- Yo si – me contesta.

Se fuma el piti tranquilamente y yo trato de ligar una mínima conversación con poco éxito. Ella hace ademán de ir a por la ropa y yo alego que ha pasado muy poco rato. Es por polvo, no por tiempo.

.- Venga… te doy treinta euros más y vamos a por el segundo.

Pero se niega y yo le pido que por lo menos se quede ahí el tiempo de fumarse el pitillo. Accede con un gruñido sin haber cambiado nunca la cara.

Soy consciente de mi derrota y soy yo quien empieza a vestirse tras haberme quitado el condón y limpiar el desaguisado. Cap, chap, chap…

Salimos del hotel y ya en la calle nos despedimos sin dos besos ni nada, solo yo le digo que hasta la próxima sabiendo perfectamente que no nos veremos nunca más. Ni que nos veamos en la plaza nos ignoraremos.

Sigo andando hasta la Ronda Sant Antoni donde me siento en una terraza de la Moritz donde me pido un tanque y unas cuantas tapas pijas y caras mientras una chica alta y corpulenta, alta para ser china y corpulenta para cualquier otra etnia y otra china pequeñita y poca cosa me miran y cuchichean pero sin iniciar ninguna maniobra de acercamiento.

Estoy en la terraza hasta que cierran y educadamente me echan, cojo un taxi, tasis, en la Plaza Universidad y me hago llevar algo perjudicado a la esquina del Grasas, cuando llego son más de las tres y golpeo con un par de patadas la persiana bajada.

Oigo desde el interior:

.- ¡Vete a la antena coño!

.- Grasas soy Simón, perdona que te despierte, dame una botella de Cardhu 12, mejor dos, y te las pago mañana.

.- ¡Que te den por el culo Simón! ¡Vete a la antena que te den Cardhu y por el culo!

Pero me lo da y subo a casa sabiendo que mañana me despertaré por la tarde con el tío que pica carne.
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Lara È (22/03/2019), Nelly (01/04/2019), Siroco (23/03/2019), Trauet (23/03/2019)
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Antiguo 22/03/2019, 23:07   #167
Lara È
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TIOVIVO


ROB_Carrusel_Maquinas-simples-

Le despertó una voz de hombre que cantaba las virtudes con un entusiasmo sobreactuado de una máquina para picar carne que inicialmente se coló en su sueño de manera algo angustiante. Tardó algunos segundos - ¿o fueron minutos? – para entender que era la tv que por alguna razón estaba encendida desde vaya usted a saber cuándo.

Lo que tardó un poco más en descubrir es que de alguna manera había logrado llegar a su cama en un evidente estado etílico. Seguro que estaba en su cama por el olor, hacía semanas que no cambiaba las sábanas y olían a los olores corporales que desprende un ser humano normal. Olía a sudor y al olor inconfundible de sus pedos.
No abrió los ojos por si se mareaba e intentó a ciegas erguirse en la cama. Lo primero que le hizo reaccionar fue el puñetazo que le soltó la resaca en la coronilla - ¡hostia! – y lo segundo una viscosidad en los pies acompañada de otro olor inconfundible que le recordaba que la noche anterior en el rebote de dejar caer su cuerpo nada liviano sobre la cama le había provocado un sube baja estomacal de todo que había comido y bebido, sobretodo bebido en el Bikini, provocándole el vómito caliente, viscoso y desagradable que sin embargo le había permitido dormir aliviándole la borrachera.

Intentó quitarse la ropa que no se había quitado la madrugada anterior sin mancharla demasiado al pasar por los pies con suerte desigual, se fue a la ducha con los ojos entreabiertos a ratos calculando cuando le tocaba venir a la señora de la limpieza intentando manchar lo mínimo posible. Estaba buena la señora de la limpieza, en fin… le había echado algún tiento y se había mostrado poco receptiva. Sería cuestión de insistir.

La ducha de agua calentita fue larga y reparadora exteriormente pero su interior seguía adoleciendo de una inestabilidad peligrosa. Salió de la ducha y como Dios lo trajo al mundo, sin secarse demasiado, se fue a por la George Clooney que hacía café y puso un tazón enorme que le había regalado alguien con la Estatua de la Libertad dibujada símil Andy Warhol. A él le gustaba más Marilyn Monroe que la Libertad. Fue metiendo capsulas doradas de café cagado por una gineta, carísimo, según decía el estuche hasta que la Libertad quedo llena de café cagado.

Se sentó en el sofá apartando la ropa sucia con un gento que intentó ser elegante y con una pierna mirando pá Cuenca y la otra pá Candanchú se tiró el café garganta abajo en tragos largos a ver si podía abrir totalmente los ojos que parecía chino. Descubrió que tomarse medio litro de café extra fuerte en una taza balanceándola por encima de donde debería estar su regazo, pero como había abierto las piernas solo estaban los restos del pijo y los huevecillos, era una mala idea y se quemó con un chorrito de gineta en el pubis. Eso lo terminó de despertar.

Se fue al baño a soltar lastre para quedarse tranquilo del todo sin poder evitar al tío que lo miraba desde el espejo, tenía un aspecto tirando a repugnante trabajado a lo largo de los años, se encontró un parecido a Copito de Nieve, incluso tenía los ojos azules y la barba mal afeitada se insinuaba blanca. No parecía un dandy precisamente, si se pone en la calle le dan un par de euros, de todas maneras no había visto nunca un indigente con aquellas lorzas, y a un dandy menos.

Necesitaba comer para hacer base en el estómago y beber porque como todo el mundo sabe la mejor manera de superar una resaca de campeonato es beber inmediatamente otra vez. Ni que sea para pillar el puntito. - ¿A todo eso que hora era? – Veamos… las siete de la tarde, había dormido casi todo el día y si no fuera por el tío de la carne picada aún dormiría.

Se bajó al Bar del Grasas que nadie sabía cómo se llamaba pero por la pátina que cubría todo lo fijo y todo lo movible se había ganado la reputación, de hecho el Grasas original había sido el padre así que el titular que era más o menos de su edad vendría a ser el Grasas Junior.
Se gastaba una mala leche importante, a la más mínima se ponía a gritar como un loco, salía a la calle y como mirando al Tibidabo se veía la antena de telecomunicaciones te gritaba; - ¡vete a la antena coñiiio, vete a la antena! – todo acompañado con grandes espavientos y ademanes.

.- Hola Grasas… no me toques mucho los huevos que estoy hecho polvo.

.- ¡Mira el señorito!, ¡joder, a las siete y media de la tarde! ¿a ti te parece normal?

.- Venga, ponme una copa de algo, que sea fuerte y que sea triple.

.- Joer neng… vamos cocios eh… - dijo el Grasas poniendo en un vaso de tubo una cantidad poco racional de algo transparente y alcohólico.

Me lo tragué en tres o cuatro viajes no estando seguro que fuera muy buena idea.

.- Mañana te lo pago que necesito la pasta.

.- ¡Y se queda tan ancho el señorito! ¡Que lo paga mañana! ¡Vete a la antena!

.- Gracias Grasas eres buen tío pero no me grites, me duele la cabeza.

Me fui andando hacia la estación de Sants directo al McDonalds que fue lo más grasiento que se me ocurrió después del Grasas, pero es que el Grasas tenía una mierda de tapas. Pedí tres menús de los de las hamburguesas de varios pisos con doble de patatas y tres Coca-colas. Hasta salió una chica de detrás del mostrador para ayudarme a llevar todas las bandejas a una mesa donde me comí de manera sistemática y desde mi punto de vista terapéutico todo lo que tenía delante. Mucha grasa y mucho azúcar.

Ya en la calle dudé un momento si cogía el metro o el taxi y la modorra momentánea después de comer me hizo decidir por el taxi.
Algunas veces en los taxis se está bien, era ese momento que la noche le está ganando la batalla a la luz, me gusta este momento, la radio encendida con un programa de esos que solo se oye la cantinela de lo que hablan pero no se entiende nada, desparramado por el amplio asiento trasero y viendo el remodelado paralelo hasta Colón. Mú chulo. Antes de bajarme del taxi, cuando ya había pagado, aflojé un largo pedo silencioso, de esos de carga de profundidad, húmedos apestosos que por lo menos liberaron a mi intestino de la capacidad de medio litro de gases.

Subí un trecho paseando por la Rambla hasta que como atraído por imán me metí por una callecita a la izquierda, me gustaba pasear por las callecitas de la Barcelona antigua sin rumbo fijo pero invariablemente fuera cual fuera el trayecto terminaba como sin querer en una plaza donde hay un bar con unas bravas excelentes, unas bombas picantes para ganar concursos y unas gambas al ajillo que apestabas a ajillo, a que sino, pero estaban de muerte. Eso y un par de Woll Damm terminaron de estabilizarme.

Para la segunda Woll me trasladé de la mesa a un taburete de la barra para soltar un poco más de gases aprovechando la maniobra y para poder observar la plaza a través del ventanal grande, espacioso y sin cortinas.
En la plaza se estaba produciendo de manera paulatina el cambio de guardia entre las meretrices que trabajan durante el día y las del turno de noche. No muchas doblan turno, y, en general, las que lo hacen es mejor evitarlas.

Cualquiera que haya estado en Amsterdam se dará cuenta de que las cosas funcionan justo al revés. Allí, en el barrio rojo, las chicas están en escaparates y los clientes deambulan por la calle intentando decidirse, aquí las chicas van deambulando dando, más o menos, vueltas a la plaza y son los clientes que están tras los cristales observando la calle. Seguramente tiene que ver con el puritanismo del Mar del Norte y el esto es jauja de los mediterráneos.

Cuando ves una chica que te gusta haces algún gesto de complicidad, la elegida entra en el bar para establecer los términos económicos de la transacción y si hay acuerdo se sale más o menos juntos, más bien menos, al lugar escogido.

Sin que le diga nada me entra una nigeriana que no está mal pero no es lo mío. A cualquier cosa que le digo me contesta que veinticinco euros, no me entiende, cuando se lo digo en inglés, pasa de hacerse la nigeriana a hacerse la sueca pero al cabo de un rato de negativas termina por irse no sin antes sobarme bien sobado como último recurso a ver si las hormonas y las neuronas me juegan una mala pasada, pero no. Se va a la plaza otra vez a seguir con el carrusel y a pesar de mis gestos de negación absoluta sigue intentándolo con muecas.

Me olvido de ella y centro mi atención en una mujer en los cuarenta, con aspecto de ser de la península, el pelo negro, corto y un abrigo corto de una talla lo suficientemente explicita como para intuir todo lo que hay debajo y lo suficientemente corto como para dejar ver unas botas hasta las rodillas, también se ven dos jamones que prometen firmeza.

Le hago un gesto y sin cambiar la expresión entra, se pide una caña a mi cargo y me desgrana precios. Le digo que quiero ir al hotel y eso tiene una incidencia al alza en las tarifas. En realidad son las mismas tarifas que tienen todas ellas, por lo menos las de su casta. Acepto y salimos ella delante y yo unos dos o tres metros detrás como si no nos conociéramos. Este pasacalle siempre me ha parecido especialmente frío y desagradable. Entramos al hotel y mientras yo pago ella coge directamente la llave de una habitación.

El momento del ascensor en que te quedas solo con una persona que no conoces de nada pero sabes que en diez minutos estarás en lo que estarás es muy raro. Es a la vez excitante y claustrofóbico. Una vez en la habitación arreglamos el tema de la economía y pasamos al que para mí es el punto álgido de la incomodidad. Cuando se pone en circulación los bidets, los bideles que dicen algunas. Sobretodo si sigue haciendo la misma cara de palo que cuando estaba dando vueltas al tiovivo de la plaza.
Hay ducha pero por alguna razón raramente funciona. Primero me lava a mi desde la punta del pijo hasta más atrás del perineo, y cuando ya estoy en la cama con unas sábanas aparentemente muy limpias veo como ella quitándose la ropa levanta una pierna y con una mano transporta agua del chorrito del bidet al chichi haciendo un ruido muy concreto: chap chap chap, un poco como las mareas pero algo más contenido.

Se viene para la cama y tiene tendencia a hacer la estrella de mar y todo ello con la misma cara, a mi me parece que podría hacer un poco de comedia, pero no, y no sé si es mejor o es peor.

Me indica que la puedo besar donde quiera pero en la boca no, esto es algo que siempre me ha intrigado, al cabo de la noche habrá hecho con su boca las cosas que se suponen en estas circunstancias, pero besar en la boca no. En fin… me dedico a sus Magnificas Tetas que si se dejan besar, chupar, lamer y cualquier otra cosa y después de haberme hecho un francés “sin” con la boca que no se puede besar me enfunda un preservativo con la habilidad que solo da la práctica. Me pongo encima apoyándome en los codos para no asfixiarla bajo mi enorme peso y bombeo anticipando mentalmente como acabará la cosa sin equivocarme.

Me dejo caer a un lado mientras ella enciende un cigarro - ¿aquí se puede fumar? –

.- Yo si – me contesta.

Se fuma el piti tranquilamente y yo trato de ligar una mínima conversación con poco éxito. Ella hace ademán de ir a por la ropa y yo alego que ha pasado muy poco rato. Es por polvo, no por tiempo.

.- Venga… te doy treinta euros más y vamos a por el segundo.

Pero se niega y yo le pido que por lo menos se quede ahí el tiempo de fumarse el pitillo. Accede con un gruñido sin haber cambiado nunca la cara.

Soy consciente de mi derrota y soy yo quien empieza a vestirse tras haberme quitado el condón y limpiar el desaguisado. Cap, chap, chap…

Salimos del hotel y ya en la calle nos despedimos sin dos besos ni nada, solo yo le digo que hasta la próxima sabiendo perfectamente que no nos veremos nunca más. Ni que nos veamos en la plaza nos ignoraremos.

Sigo andando hasta la Ronda Sant Antoni donde me siento en una terraza de la Moritz donde me pido un tanque y unas cuantas tapas pijas y caras mientras una chica alta y corpulenta, alta para ser china y corpulenta para cualquier otra etnia y otra china pequeñita y poca cosa me miran y cuchichean pero sin iniciar ninguna maniobra de acercamiento.

Estoy en la terraza hasta que cierran y educadamente me echan, cojo un taxi, tasis, en la Plaza Universidad y me hago llevar algo perjudicado a la esquina del Grasas, cuando llego son más de las tres y golpeo con un par de patadas la persiana bajada.

Oigo desde el interior:

.- ¡Vete a la antena coño!

.- Grasas soy Simón, perdona que te despierte, dame una botella de Cardhu 12, mejor dos, y te las pago mañana.

.- ¡Que te den por el culo Simón! ¡Vete a la antena que te den Cardhu y por el culo!

Pero me lo da y subo a casa sabiendo que mañana me despertaré por la tarde con el tío que pica carne.
Buenas noches Simongirlhi he de reconocer que al principio pensé que describias a Torrentebochorno vaya tela!! Cuajo el mío de leerlo cenandobochorno pa echar la rababochorno en fin...

Querida decirte que me encantan tus historias, en mi vida no he leído tanto y tan seguido ( bueno si en el cole, no quedaba otra) pero por alguna razón lo tuyo me atrapaojotes

Leerte he imaginar según lees todo tipo de detalles de la escena es difícil y tu logras que lo consiga, gracias eres tremendooobesosella
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Nelly (01/04/2019), Simon (23/03/2019), ToniToni (27/03/2019)
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Antiguo 01/04/2019, 18:59   #168
Simon
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ESCABETX


--k

Sergi Pàmies

Em desperto amb unes ganes intenses de plorar, però, com que avui tinc molta feina, decideixo
que ja ploraré més tard. Surto cap a l'oficina i arribo just a temps per la primera reunió del dia. Mentre
la directora general llegeix un informe sobre l'augment de costos i la retallada de despeses (o
viceversa), dibuixo una falç i un martell en un bloc de notes.

A l'estómac encara em belluga una bossa de llàgrimes que, tard o d'hora, hauré de rebentar. Un cop al despatx, collo proveïdors i repasso escandalls.
A les dues em poso l'americana i surto ràpidament per no fer tard a la reunió amb la tutora del meu fill. Arribo a l'escola al mateix temps que la meva ex. Durant l'entrevista la tutora es dirigeix més a mi que no pas a ella, i això m'incomoda, encara que potser em fixo en aquest detall perquè no em ve de gust escoltar què ens explica.

El nen té problemes, diu. Es distreu molt i mossega les seves companyes, sobretot les -la tutora subratlla l'adjectiu- subsaharianes. Em comprometo a prendre mesures, tot i que sé que, si el règim de visites dictat pel jutge només em permet veure'l un cap de setmana sí i l'altre no, poc que puc fer-hi res. En el moment d'acomiadar-nos,
L'ex i jo intentem concretar un dia per parlar-ne amb tranquil·litat, però tots dos tenim pressa i ho
enllestim amb un «ja ens trucarem» poc convincent.

Malgrat el col·lapse circulatori, arribo a temps a la presentació d'un projecte per a un possible nou client. Exposo estratègies, desplego gràfics i m'escarrasso per enlluernar el gerent de l'empresa candidata a contractar els nostres serveis, que s'enduu, em fa l'efecte, una bona impressió. En acabat, la secretària em demana un consell. Amb un fil de veu autocompassiva, m'explica que té una oferta d'una multinacional i que s'està plantejant si és o no l'oportunitat idònia per canviar d'aires.
Com que desitjo el millor per a ella, li recomano que accepti la feina. Quan noto que això la desconcerta, dedueixo que només feia servir aquesta oferta inexistent per aconseguir, a través meu, un augment de sou. Em decep però callo, perquè jo també dec haver-la decebut alguna vegada.

Prenc una pastilla vasodilatadora i, abans d'anar-me'n, parlo per telèfon amb la mare («En comptes de venir diumenge, vindré dissabte»), la meva germana («T'he enviat les mostres, però en falta una que encara no els havia arribat»), i la bústia de veu del capità de l'equip de futbol sala de l'empresa («Duré la pilota»).

Quan arribo a casa, sopo una llauna de tonyina en escabetx i un iogurt. M'estic una estona arrepapat al sofà, calculant quantes hores falten per al cap de setmana amb el meu fill. Em despullo al dormitori. Davant del mirall, em pessigo els sacsons. Em rento les dents i m'hi passo un fil dental fins a fer-me sang. Assegut al llit, sospeso la possibilitat de masturbar-me. Me n'estic.

Després d'un moment de dubte durant el qual em pregunto si em queda res per fer i em responc que no, apago el llum, m'estiro i començo a plorar, amb el cap contra el coixí, per no molestar els veïns.
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JaSex (01/04/2019), Lara È (08/04/2019), Trauet (02/04/2019), Yuri Deher (08/04/2019)
Antiguo 02/04/2019, 18:43   #169
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RAYOS DE AZAFRÁN


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.- Me odio!

.- Y cómo es eso? En que te has equivocado?

.- Pues por eso me odio, porque no me he equivocado en nada y a pesar de hacerlo todo lo mejor que he
sabido, no ha sido suficiente.

.- Pero vamos a ver alma de cántaro! Si has dado lo mejor de ti mismo, si no has ahorrado esfuerzos, si no te has equivocado en nada tienes que estar orgulloso de ti mismo!

.- Pues no lo estoy!

.- Te falta un hervor…

.- No coño! No me falta nada! … bueno, si, y por eso me odio.

.- Aaaahhhh! Así que si te has equivocado en algo!

.- Es que haciendo las cosas bien no he conseguido lo que quería en la vida, y por eso me odio. Soy un inútil.

.- Lo que eres es un imbécil!

.- Oye, sin faltar, que una cosa es que lo diga yo y otra …

.- Bueno, está bien, perdona. Camarero! Unas bravas y dos copas de Coto de la paz! Y las bravas que sean bravas, no cabestros!
A ver, cuenta al tito Simón que te pasa para que te odies a ti mismo con tanta saña.

.- Coñas aparte, eh… es que me había trazado unos objetivos en la vida y no he conseguido ni la mitad, y me odio por eso.

.- Pero si tienes muchos menos años que yo! Tienes tiempo para lo que quieras! Veamos, que quieres en esta vida que no tengas?

.- Pues me gustaría tener casas muy bonitas por todo el mundo, tener aviones privados, coches muy exclusivos, una fortuna que aún que quisiera no se terminara nunca, yates espectaculares, tener de novias a todas las modelos de Victoria’s Secret… no sé, y más cosas!

.- Tu lo que quieres es ser el Flavio Briatore! Definitivamente te falta un hervor…

.- Bueno, oye! Cada uno tiene sus aspiraciones!

.- Si, claro! Y es lícito, pero hay que ser un poco realista, no? Es como si yo dijera que lo que quiero es vivir en un reino secreto como consorte de la Cambell que a su vez sería emperatriz de una población formada solo por senegalesas que están muy buenas! Si te gustan las senegalesas, claro… ejem…

.- No es lo mismo…

.- A mi si me lo parece.

.- Es que… es que…

.- Es que, qué? Que pareces tartaja!

.- Es que la cosa que realmente me hubiera gustado saber hacer en la vida no me sale! (pucheritos).

.- Te gustaría ser un virtuoso del piano? Jugar a fútbol como Messi? Volverte invisible para entrar en los vestuarios de las tías que eres un salido?

.- No! Me gustaría saber cocinar!

.- Pero si cocinas súper bien…

.- Aún mejor!

.- Pero bueno… quieres ser el Adria? Porque yo ya sabes que soy más de cocina vasca…

.- No! No me sale la paella! (ríos de lágrimas)

.- Ah! Ahí te jodes. Te falta talento, pero llora que te vendrá bien para purgar paellas.
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Simon
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POBRE NIÑO RICO


ciego-rojo-x

Desde hace años tengo amigos en Ginebra, Suiza. Cuando yo era niño y vivíamos en un país a la cola de Europa en todos los sentidos mis padres se empeñaban, especialmente mi madre que es políglota, en que de-bí-a-mos de manera obligatoria pasar un mes en algún país de Europa que empezaba en los Pirineos. España era un cuartel además de la Reserva Espiritual de Europa, el bastión contra el comunismo y los contubernios judeo-masónicos, etc, etc…

Al principio de mis recuerdos era Francia, La Provenza, Arlés, Niza, Saint-Tropez donde yo intentaba descubrir a Louis de Funes vestido de gendarme pero al único que conocí fue a un señor con una barriga descomunal y una nariz a juego, más bien bajito, con un nombre muy raro.

Era argentino y años después descubrí que el nombre raro se debía a que era originario de la Republica de Besarabia, nombre con el que el Imperio Ruso bautizo a una zona que hoy ocupa Moldavia, parte de Ucrania y parte de Rumanía. A mediados del siglo XIX se unió a Valaquia que era un Principado situado donde ahora está Rumanía, más o menos, y fundaron el Reino de Rumanía. Se lo habían quitado al Imperio Otomano.

Además de provenir de un exótico lío geográfico era judío lo que justifica que toda la familia saliera por patas cuando los nazis.

El barrigón obviamente tenía que ver con sus hábitos alimentarios y el magnífico restaurante italiano que tenía bajo el magnífico ático en el que vivía a primera línea de mar en el puerto deportivo. Ra amable y simpático, también conmigo, y sus sobremesas podían unir la comida con la cena. Eran obligatorias para tomarse un “bajativo” que le llamaba él con su acento porteño.

Un día organizó una comida con mucha gente, no era la primera vez, pero está fue diferente. Yo notaba a mis padres incómodos, por lo que descubrí años más tarde seguramente por motivos distintos, eran gente joven de ambos sexos, y seguramente alguno más, muy animados que reían mucho y se lo pasaban muy bien. A mi me hacían carantoñas y cosas de esas que se hace a las crías humanas para hacer ver que te gustan. Yo ya vi que eran diferentes de los demás, no se… como más guapos y explotados. Además hablaban un francés que evidenciaba que algunos no lo eran.

Por alguna razón después del tiempo imprescindible y los bajativos imprescindibles para no ser mal educados me hicieron levantar y mis padres y yo nos fuimos. Era evidente que había mal rollo pero en mi ignorancia pueril no le di más bola al asunto.

Años después averigüe que aquel día había comido con toda la plantilla de modelos y modelas ( sic ) de la revista Playboy. Maldije mi estampa por no haber tenido quince años más.

Este señor de cuyo nombre no puedo acordarme en público años más tarde en el Tramonti 1980 de la Diagonal de Barcelona me facilitó cenar con Cesar Luis Menotti, entrenador del Barça entonces y con Maradona, con el que tenía más o menos la misma edad. Un tipo interesante Menotti, muy culto, excelente contertulio de inteligencia aguda, amable y educado. Años más tarde Menotti me invitaría a comer un día en Buenos Aires. Maradona no. Nada de todo lo anterior y su representante lo mismo. Unos impresentables.

En fin, que me voy por las ramas, mi madre después de los/las modelos de Playboy decidió que al año siguiente cambiábamos de lugar y a poder ser de país. No era fácil. Mi señor padre no tenía facilidad precisamente por los idiomas. Probamos un par de años en la Suiza alemana, Zurich, y tuvimos que batirnos en retirada a la francesa, Ginebra, a ver si pillaba algo. Creo que fue inútil pero como mi madre y yo en casa siempre hemos hablado francés, idioma materno, así mi madre conseguía aislar completamente a mi padre y hacerle la puñeta.

Uno era bajito pero no tonto.

El hotel elegido era el Grand Hotel du Rhone, a día de hoy Mandarín. Mi problema prepuber era que me aburría como una ostra y como el Selecto Servicio del hotel tenía viviendas en la parte menos noble, anexos y cosas así hice de la necesidad virtud y me hice amigo de los niños hijos del Selecto Servicio. Seguramente provoqué sin darme cuenta algún conato de conflicto diplomático pero sin importancia. La cosa es que con algunos hemos mantenido el contacto y de vez en cuando cojo un avión de easy jet por la mañana, me voy a comer una pizza al barrio de la prostitución de Ginebra y vuelvo por la tarde. Con un poco de tiempo los vuelos son baratísimos y solo tarda hora y veinte.

Un día uno de ellos me pidió un favor, que acompañara a un conocido suyo desde Barcelona hasta el Hotel du Rhone y que a la mañana siguiente lo pasarían a buscar para no sé que reunión. Estas cosas vale más no hacer demasiadas preguntas, hacer el favor y para casa.

Quedamos en el aeropuerto reconociéndonos por el nombre de pila y me alargó un billete de avión con swiss air en primera clase. Bueno, son ganas de marcar paquete pensé. Pagar 400€ por algo que vale 80€. Compañero de viaje más que muy silencioso de ráfagas. Se pasaba un cuarto sin decir nada y luego hablaba compulsivamente sobre nada durante tres minutos.

Al llegar al aeropuerto de Cointrin como solo llevábamos equipaje de mano la cosa fue rápida y en diez minutos estábamos en la calle, Se empeñó en coger un taxi que le costó casi más que el avión. Para cinco kilómetros yo siempre cogía el tranvía.

Descubrí rápidamente que mi acompañante, o al revés, además de ser poco comunicativo era cero comunicativo en cualquier otro idioma. No rascaba nada, cuando una rápida inspección a su indumentaria hacía sospechar que no había ido a la escuela pública precisamente. Yo hacía simplemente de intérprete de mi mismo porque sabía dónde íbamos y los trámites eran sencillos: Taxi, recepción del hotel, acompañar junto con el integrante del Selecto Servicio que llevaba sus maletas, yo iba con lo puesto, uno se acostumbra, hasta la habitación del señor con la salvedad que vistas sus limitaciones idiomáticas en sus narices había cambiado mi habitación por otra en un piso diferente al suyo. Era un tío que sin decir gran cosa conseguía ser cargante.
Dijo que cenaba en su habitación porque tenía la carta del restaurante en castellano además de ocho idiomas más y yo lo encontré perfecto. Temía que me pidiera que cenáramos juntos. Obvié decirle que en un 5*GL si quieres te hablan catalán con acento de Tossa de Mar.

Yo me fui alegremente, con los gastos pagados, al otro lado del lago que es donde están los restaurantes menos pijos, igual de caros pero más buenos y “decontractés”. Más relajados. Me fui a uno que me apetecía mucho que se llama Au Pied de Cochon ( http://www.pied-de-cochon.ch/images ) que se come de vicio, tienen unos vinos excelentes y el ambiente mola. La etiqueta es bastante relajada y las camareras son todo lo simpáticas que les permite el trabajo.

Un par de horas después de haber hecho escala en la Brasserie de Molard ( https://brasseriedumolard.ch/ ) aprovechando que se fabrican su propia cerveza y era época de cerveza rubia de primavera llegué al hotel sin notar el frío que bajaba rio abajo proveniente del deshielo.

Evidentemente no estaba borracho pero tampoco dejaba de estarlo, en mi salsa. Pille mi llave y directo a la habitación. Vistazo al reloj y total eran las diez pasadas, eso de “semos europeos”. Me quito la ropa, ducha y me tiro en la cama que tiene el tacto que solo tiene las camas de los 5*GL además de los de las casa de algunos privilegiados como seguramente el director de mi oficina de La Caixa. Enciendo la tele y me engancho en ver una reposición de una serie que pasaron en España hace unos años. Siempre es divertido y raro los doblajes con voces distintas además del idioma.

Cuando me estoy quedando frito llama el teléfono de la habitación dándome un susto por la desorientación y resulta ser el Señor de dos pisos más abajo que me pide si puedo ir a su habitación. Pienso que algo le ha sucedido, me visto de cualquier manera y salgo olvidándome la llave dentro. Mierda! Además me he olvidado de peinarme y parezco Eduardo Manostijeras recién levantado.

Llamo a la puerta y el Señor me ofrece algo del minibar, no es muy buena idea después de haber celebrado la cosecha de primavera, y se embarca en circunloquios que no veo donde van a parar.

Vale, resulta que el Señor quiere una chica y no sabe cómo decirlo. Como decírmelo a mi y como decirlo en cualquier otro idioma. Le apunto la posibilidad de como en todos los grandes hoteles los mandamases de recepción, que los hay, tienen una agenda que pasa de generación en generación donde se puede conseguir desde una chica de los colores, olores y sabores como las fuentes de la Alhambra como diría el profesor Giménez de Parga hasta un lanzagranadas con la munición adecuada.

Niega y la desecha por poco discreta ante mi estupefacción pero como son las once y el tío se pone pesado bajo al recepción y robo un par de periódicos. El Journal de Genéve y otro que se llama La Voix du Lac Leman o algo así. Vuelvo a subir y le pregunto cómo la quiere. Me la detalla. Es de gustos simples, podría ser casi cualquiera de las chicas que viven en mi escalera. Llamo y me da unos veinte minutos de espera, viene de Annemasse al otro lado de la frontera. Temas de economía doméstica y de impuestos.

A los veinte minutos casi clavados, que a mi se me hacen eternos hasta el punto de que a los diez de cómo no sé que decirle a un tío que no se ni como se llama y que es medio mudo, le propongo que yo baje a recepción a recibir a la chica. No es lo normal, lo sé, pero es para escapar. Salgo a la fría noche no por necesidad sino para despejarme un poco sobretodo del aire de la habitación de aquel tío que quiere echar un polvo conmigo de mamporrero a las once de la noche.

Llega una chica en un taxi del otro lado de la frontera y deduzco sin necesidad de mucha perspicacia que es quien debe ser. La recibo con una palabras de cortesía que ella me devuelve y aprovecho la recepción para parar un momento ante la mirada circunspecta del Estupendo Recepcionista y explicarle la situación. Resulta que la tía es española. Pili o algo así. Tiene un nombre más rimbombante para los clientes. Como tenemos que hacer el paripé le digo que subo con ella para escenificar las presentaciones y llevar a cabo la transacción comercial.

.- Oye, en cuanto pague yo me piro eh ?! No vayamos a liarla…

.- Si, oye como te llamas?

.- Simón

.- Pues espérame en el bar y luego nos tomamos algo. Le sacaré un poco más y así el paga las copas.

.- Hostia, como baje y nos vea la liamos! Además no trabajo para él, no se ni como se llama. Es un favor.

.- Este tío es un favor?

.- Nooo, él no, es para un amigo de aquí.

.- Vale, no te preocupes que le pego un buen meneo y se queda frito hasta mañana!

.- No te lo cargues que tiene, supongo, mi billete de vuelta.

.- Tranqui.

Nos vamos a los ascensores mientras comparto miradas con el recepcionista que controla la grupa de la Pili que la verdad es que está para comérsela. La grupa y todo el resto. No sé si es verdaderamente simpática o muy profesional. Me da igual.
En la habitación del Señor hacemos la tontería en francés mientras él va apuntándome en catalán con acento de Tossa de Mar. El dinero cambia de manos y yo masticando algunas frases protocolarias me esfumo a la seguridad del pasillo.

Directo al bar que está abierto toda la noche con un Camarero muy profesional que me atiende como si fuera media mañana. Cuando le pido un Manhattan solo me pregunta si quiero que queme piel de naranja y si me gusta con una gota de angostura o solo con media gota. Me vienen ganas de pedirle un cuarto de gota pero me callo.
Me sueldo a la barra para no caerme dormido junto a mi Manhattan y los inevitables cacahuetes con reminiscencias asiáticas picantes que están de moda, yo prefiero galletitas saladas, y espero supongo que con cara bovina y subiendo, o bajando, depende como se mire.

A los tres cuartos de hora baja la Pili que me informa que lo ha dejado grogui y que juntamente con una propina que se empeña en usar en pagar las copas le ha dado mi billete de vuelta para que si quiero me vaya que ya lo pasarán a buscar.

No tengo queja. Nos tomamos un par de copas cada uno, yo le llevo ventaja, y me cuenta el periplo que la ha llevado desde Ciudad Real a Annemasse para trabajar de “escort” en Genéve.

La conversación es agradable pero ella tiene que irse y yo a dormir. El billete es de primera y si voy pronto al aeropuerto puedo cambiarlo y a media mañana estoy en Barcelona sur Mer. Le pregunto al Señor Recepcionista si me puede hacer el trámite y sin mover un musculo de la cara coge el teléfono y me da a los tres minutos una hoja con el nuevo billete de vuelta impreso para las siete cuarenta y cinco de la mañana.
Le pido un taxi a cargo del Señor que está durmiendo el polvo y después de una noche corta, un despertar poco agradable y un vuelo anodino que no da casi para dormir estoy metido en un mugriento taxi conducido por un paki que me lleva a casa por donde le dice el Tom Tom.

Corolario; los amigos de la infancia te pueden complicar la vida.
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ME LLAMO PEREZ, VERONICA PEREZ


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.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

Estoy en una reunión de alcohólicos anónimos por primera vez en mi vida. Acabo de soltar la frasecita que he visto y oído en las pelis un montón de veces y pensaba que solo era eso; pelis. Pues no, todos me aplauden y me saludan:

.- - Todos – ¡Hola Verónica!

Me parece patético pero es el ritual. El psicoterapeuta que dirige el aquelarre también aplaude y me mira con condescendencia. A mi me parece que además me mira las tetas.

Somos el grupo avanzado de “pacientes” enfermos de alcoholismo que hemos llegado por distintas vías al sumidero. Es un centro de la Generalitat de Catalunya bastante bien organizado, a mi me hacen ir cada mañana a las ocho para controlar que no he bebido, pesarme y controlar mi alimentación.

También me da una enfermera, con aspecto de saber judo, una pastilla de algo que se llama Antabus, que se supone te quita las ganas de beber. Es humillante, te la mete ella en la boca, te da un vasito de plástico con agua, poca, y luego te inspecciona la boca para asegurarse que no haces trampa y te la has tragado. Las ganas te las quita porque si bebes te encuentras tan mal que tienen que llevarte en ambulancia a un hospital rápidamente y hacerte un lavado de estómago. Puedes morir envuelta en dolores y vómitos.

La judoka es la misma que se encarga de repartir los mismos vasitos de plástico pero con metadona a los que llegan con otras virtudes. A esos no hace falta controlarles demasiado, se beberían un litro si se lo dieran, pero se lo tienen que tomar dentro del recinto para que no haya trapicheo entre ellos.

Como se puede ver mi autoestima podría ser bastante mejor a pesar de que hoy paso a formar parte de los que están más avanzados en su proceso de rehabilitación, y es que llevo media vida en proceso de rehabilitación con posteriores recaídas. Ellos lo saben, yo lo sé y todos hacemos ver que es la primera vez.

Esta vez estoy aquí haciendo el teatrillo “gracias” a un cabronazo que se llama Simón. Es el cabronazo que me esperaba en la puerta hasta hace una cuantas semanas y que ha terminado por desaparecer. Total… no sé que esperaba el muy imbécil.

Todo fue porque me enamoré como una loca del tío este cuando salía con Juan, otro cabrón pero de un pelaje distinto. Más canalla. Los dos tienen casi veinte años más que yo, la diferencia entre ellos es que Juan me daba el Jack Daniel's que tenía en su casa y luego se me follaba. Bueno, la transacción no era mala. Después yo me iba a Esplugues con mis amigos y terminaba la noche en mi casa. Bien, en casa de mi abuela y de mi tío que viven en Esplugues. Ahí dormía la mona todo el día siguiente.

Simón fue peor, no me daba Jack Daniel's ni nada parecido, hasta las cervezas que pedíamos en los bares eran sin alcohol. Una mierda vaya. Además me hacía comer aún que no entendiera que por las mañanas yo necesitara por lo menos un litro de zumo de naranja natural recientísimo exprimido y cosa de un kilo de tomates. No sabe nada de hígados ni de vitaminas pero hay que reconocer que el pobre compró un exprimidor de esos guay y hacíamos a medias las naranjas y los tomates.

Terminó por aceptarme en su casa en Castefa playa y la cosa fue razonablemente bien. Él sabía de mi adicción y me convenció para que volviera a la casilla de salida jurándome su soporte incondicional mientras yo cumpliera. Se podía haber metido por donde le cupiera su soporte incondicional pero le seguí el rollo porque me gustaba la casa, me mantenía y además reconozco que me trataba bien. Bueno, excepto el día que me inició en la sodomía, me salió sangre, y al final de nuestra relación.

Mi corta vida no ha sido sencilla, mis padres eran más o menos hippys, mi madre más y mi padre no tanto, y parte de su estilo de vida incluía una vida desde el punto de vista psicodélico bastante activa. De mi madre tengo el recuerdo de que era rubia y muy guapa, pero también que un día se fue, desapareció y me dejó sola. Al cabo de los años me enteré que se la había llevado un cáncer fulminante. Lloré.

Me quedé en casa de mi abuela que me cuidó como pudo y supo y con mi abuelo que cuando yo tenía cinco o seis años me daba a beber los restos de los carajillos que él y sus amigos se tomaban. Es el primer recuerdo que tengo del contacto con el alcohol, también es el primer recuerdo que tengo del contacto con el sexo. Cuando me había bebido unos cuantos restos de carajillos mi abuelo me manoseaba y me metía mano haciéndome prometer que no se lo diría a la abuela.
Ahí, en cierta manera, también aprendí que tenía algo que me daba un cierto “poder” sobre los hombres. Me esforcé para ser una chica guapa con bastantes buenos resultados.

Mi padre entraba y salía de casa pasando largas temporadas fuera, no se podía decir exactamente que viviera con nosotros a pesar de estar en casa de sus padres y conmigo que al fin y al cabo era su hija, lo que le quedaba de mi guapísima madre.

Un día llamaron a mis abuelos de la policía para comunicar que mi padre estaba detenido por tráfico de drogas, una fea historia. Por lo que se ve necesitaba dinero o simplemente lo quería y se ofreció a unos “inversores” para ir a Ámsterdam y volver en autobús que es más discreto con cinco kilos de cocaína. Le trincaron en la frontera española y no lo vimos en cinco años que se pasó en la cárcel. Yo no fui nunca a verlo, él no quería que lo viera detrás de los cristales. Como en las películas.

Cuando salió se había vuelto muy taciturno y había perdido la alegría que compartía con mi difunta madre años atrás. Estaba raro… hasta que un día, yo debía tener unos doce años o así, cuando volvía de tomarme carajillos y lo otro con mi abuelo al entrar en el comedor me lo encontré colgado del gancho de la lámpara. Avisé a mi abuela, que llamó a la policía. Vino el juez y todo, fue un día muy raro y lo único que recuerdo con claridad es que me quedé mirando como mi padre se balanceaba suavemente y que se había meado encima. Tenía los pantalones empapados y hechos un desastre.

Pasé años sin reaccionar. Una de las cosas que me chocaba era que como había quedado huérfana el juez aceptó que me adoptara mi tío, y durante los tres o cuatro años que me faltaban para la mayoría de edad pasé a todos los efectos de llamarme Verónica Pérez a llamarme Verónica Gómez. Las niñas de la clase se reían hasta que le salté un ojo a una con la mina de un bolígrafo “Bic Naranja”. Las otras niñas gritaban despavoridas, ella lloraba solo por el ojo que le quedaba y a mi me expulsaron para siempre.
Mi abuela se enfadó y me supo mal pero me emborraché y me olvidé del tema durante unos días. Antes de cumplir los dieciocho ya me emborrachaba con frecuencia sin necesidad de mi abuelo ni de que me metiera mano.
Ya había aprendido cómo hacer para que los hombres, y alguna mujer, me pagaran las copas.

A los dieciocho una amiga de borracheras y sospecho que de algo más pero estaba demasiado borracha para acordarme, me confesó que trabajaba en un piso de la calle Numancia de Barcelona. O sea, que trabajaba de puta. El business consistía en que necesitaban a alguien para que se ocupara del teléfono y esas cosas, le había hablado de mi a la jefa y estaban de acuerdo que una chica joven y con buen físico ayudaría a los clientes nuevos a quedarse. En principio el sexo lo pondrían otras.

Como hacía poco que había conseguido un trabajo de camarera en el Hotel Princesa Sofía y me destinaron a una de las plantas ya me había follado por dinero a varios clientes. ¿Dónde estaba el problema? ¡Eran gente de pasta y la soltaban a “puñaos” con que una Bollycao de dieciocho años les chupara un poco el manubrio! Al fin y al cabo hacía lo mismo con el barman del bar del hotel para tener barra libre por las noches.

Cuando hacía el turno de noche para volver a casa cogía de madrugada el bus nocturno que paraba delante del Hotel Sofía y me dejaba casi delante de casa. Alguna vez coincidía con las chicas que trabajaban en la calle y si algún coche de los que daban vueltas como si fuera un circuito oval me paraba, pillaban unos cabreos de la leche. Si había alguno medianamente guapo, muy raramente, le hacía una mamadita para que me llevara a casa en coche y pasaba del bus.

Evidentemente le dije que si a mi amiga de hacer de madame en la calle Numancia y la cosa fue bien una temporada. Muchos clientes querían follar conmigo pero solo obtenían un “no”. Era norma de la casa. Fue norma de la casa hasta que un cliente de provecta edad y un Jaguar más grande que mis borracheras se enamoró ( encoño ) locamente de mi. Me llevaba a comer a restaurantes caros, me hacía regalitos que la mitad de veces daba a mi vez a las chicas o a alguna amiga de Esplugues y a veces simplemente los tiraba.

Lo que a mi me parecía curioso es que nunca quería sexo, solo compañía. En verano me llevaba a la piscina y miraba como yo me bañaba, nada más. Daba igual, mientras tuviera el grifo abierto como menos trabajo mejor.
También me daba cantidad de dinero para mi importante. Eso no lo tiraba nunca. En general me lo bebía con la peña que había ido haciendo en Esplugues, en realidad el grupo de borrachos del pueblo. No dejaba de ser como una hermandad del bebercio, y éramos solidarios.
Bueno, hasta cierto punto.

Como todo lo bueno se acaba un día me pillaron los de la calle Numancia y lo consideraron alta traición digna no de fusilarme pero si de mandarme a tomar por el culo. De manera nada graciosa se quedaron con el cliente de décadas en el piso, que se vino abajo cuando al fin y al cabo era él el pagano, y no lo vi más. Ni Princesa Sofía, ni calle Numancia ni viejo baboso y rico con Jaguar.
En esas ya conocía a Juan y al cabo de un tiempo a Simón, digamos que pasé de la polla modelo lombriz de Juan a la polla modelo chato vino de Simón.

Estábamos una noche en la terraza del Sagardotegi de Castelldefels tomando algo antes de cenar en el Txalaka del mismo local cuando empezaron a servirme, seguramente por error, cervezas con alcohol. A la tercera yo ya no era yo. O mejor, yo era mi auténtico yo. Simón dijo algo que no me gustó y se fue a pagar. Yo no contesté porque se me había liado felizmente la lengua como hacía semanas que no me pasaba. Me levante, cogí el bolso y, creo, que pille el bus a Port Ginesta.
El resto es confuso, estaba en algún local de Port Ginesta y había hombres que me invitaban a copas, duró horas seguramente. Luego me enteré que Simón me había estado buscando casi toda la noche. De alguna manera llegué cerca de casa de Simón pero no sabía encontrarla, tiré de móvil y lo saque de la cama. Lo siguiente fue que me gritaban desde un balcón, un salto en el tiempo y estaba en el coche de Simón, o por lo menos conducía él, medio catatónica.

Cuando desperté me di cuenta de que estaba en Esplugues delante de casa de mi abuela, que Simón ya había sacado una maleta que a día de hoy conservo porque era suya, y que me estaba sacando del coche tirando del brazo para, seguramente dejarme en casa de mi abuela. Me negué a gritos, insistió y traté de autolesionarme a cabezazos contra los cristales del coche, se colocó entre el coche y yo, traté de pegarle y no le hizo falta ni esquivar, fallé y terminé en el suelo. Me cogió por la chaqueta y me levantó como un pelele, aproveche mi oportunidad y le arañe la cara hasta que le salió sangre, y eso que me muerdo las uñas, me separó de él empujándome el pecho y le grité:

.- ¡Me has tocado! ¡Te voy a denunciar! – En realidad no creo que se entendiera nada porque tenía la lengua trabada –

Quise empujarlo y terminé en el suelo otra vez. Entonces Simón puso su mano plana y su mucho peso sobre mi pecho y me inmovilizo en el suelo boca arriba, se movió a un lado porque yo alcanzaba a darle patadas y con la otra mano sacó el móvil y llamó a los Mossos d’Escuadra. A la cinco de la mañana estaban ahí en minutos, nos separaron y ante mi estado etílico lastimoso y él, le creyeron a él. Les indico que había bebido demasiado, cuales eran mis problemas con el alcohol el cabronazo - ¡son mis problemas, no los suyos! -, en que portería vivía mi abuela, y yo, y que él se iba a su casa. Le pidieron, creo, el DNI y se fue para siempre de mi vida. Uno menos.

Lo que paso luego en casa de mis abuelos tengo un recuerdo muy vago porque enseguida me fui a dormir y dormí dos días seguidos. Me obligaron a venir cada día a este sitio deprimente en el que estoy ahora.

.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

PD

No necesariamente soy Simón, puedo ser Verónica Pérez, o Gómez. También podría ser la amiga de Verónica que a lo mejor no se llama Verónica, ni Pérez ni Gómez. Incluso puedo ser la abuela de la supuesta Verónica o el pederasta de su abuelo o el cliente pastudo con jaguar enamorado de la Verónica que puede no llamarse Verónica. Que cada lector de esta pequeña comedia o drama, que las dos cosas pueden ser, se sitúe en la perspectiva en que más se identifique o se sienta más incómodo. Si, si, incómodo.
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.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

Estoy en una reunión de alcohólicos anónimos por primera vez en mi vida. Acabo de soltar la frasecita que he visto y oído en las pelis un montón de veces y pensaba que solo era eso; pelis. Pues no, todos me aplauden y me saludan:

.- - Todos – ¡Hola Verónica!

Me parece patético pero es el ritual. El psicoterapeuta que dirige el aquelarre también aplaude y me mira con condescendencia. A mi me parece que además me mira las tetas.

Somos el grupo avanzado de “pacientes” enfermos de alcoholismo que hemos llegado por distintas vías al sumidero. Es un centro de la Generalitat de Catalunya bastante bien organizado, a mi me hacen ir cada mañana a las ocho para controlar que no he bebido, pesarme y controlar mi alimentación.

También me da una enfermera, con aspecto de saber judo, una pastilla de algo que se llama Antabus, que se supone te quita las ganas de beber. Es humillante, te la mete ella en la boca, te da un vasito de plástico con agua, poca, y luego te inspecciona la boca para asegurarse que no haces trampa y te la has tragado. Las ganas te las quita porque si bebes te encuentras tan mal que tienen que llevarte en ambulancia a un hospital rápidamente y hacerte un lavado de estómago. Puedes morir envuelta en dolores y vómitos.

La judoka es la misma que se encarga de repartir los mismos vasitos de plástico pero con metadona a los que llegan con otras virtudes. A esos no hace falta controlarles demasiado, se beberían un litro si se lo dieran, pero se lo tienen que tomar dentro del recinto para que no haya trapicheo entre ellos.

Como se puede ver mi autoestima podría ser bastante mejor a pesar de que hoy paso a formar parte de los que están más avanzados en su proceso de rehabilitación, y es que llevo media vida en proceso de rehabilitación con posteriores recaídas. Ellos lo saben, yo lo sé y todos hacemos ver que es la primera vez.

Esta vez estoy aquí haciendo el teatrillo “gracias” a un cabronazo que se llama Simón. Es el cabronazo que me esperaba en la puerta hasta hace una cuantas semanas y que ha terminado por desaparecer. Total… no sé que esperaba el muy imbécil.

Todo fue porque me enamoré como una loca del tío este cuando salía con Juan, otro cabrón pero de un pelaje distinto. Más canalla. Los dos tienen casi veinte años más que yo, la diferencia entre ellos es que Juan me daba el Jack Daniel's que tenía en su casa y luego se me follaba. Bueno, la transacción no era mala. Después yo me iba a Esplugues con mis amigos y terminaba la noche en mi casa. Bien, en casa de mi abuela y de mi tío que viven en Esplugues. Ahí dormía la mona todo el día siguiente.

Simón fue peor, no me daba Jack Daniel's ni nada parecido, hasta las cervezas que pedíamos en los bares eran sin alcohol. Una mierda vaya. Además me hacía comer aún que no entendiera que por las mañanas yo necesitara por lo menos un litro de zumo de naranja natural recientísimo exprimido y cosa de un kilo de tomates. No sabe nada de hígados ni de vitaminas pero hay que reconocer que el pobre compró un exprimidor de esos guay y hacíamos a medias las naranjas y los tomates.

Terminó por aceptarme en su casa en Castefa playa y la cosa fue razonablemente bien. Él sabía de mi adicción y me convenció para que volviera a la casilla de salida jurándome su soporte incondicional mientras yo cumpliera. Se podía haber metido por donde le cupiera su soporte incondicional pero le seguí el rollo porque me gustaba la casa, me mantenía y además reconozco que me trataba bien. Bueno, excepto el día que me inició en la sodomía, me salió sangre, y al final de nuestra relación.

Mi corta vida no ha sido sencilla, mis padres eran más o menos hippys, mi madre más y mi padre no tanto, y parte de su estilo de vida incluía una vida desde el punto de vista psicodélico bastante activa. De mi madre tengo el recuerdo de que era rubia y muy guapa, pero también que un día se fue, desapareció y me dejó sola. Al cabo de los años me enteré que se la había llevado un cáncer fulminante. Lloré.

Me quedé en casa de mi abuela que me cuidó como pudo y supo y con mi abuelo que cuando yo tenía cinco o seis años me daba a beber los restos de los carajillos que él y sus amigos se tomaban. Es el primer recuerdo que tengo del contacto con el alcohol, también es el primer recuerdo que tengo del contacto con el sexo. Cuando me había bebido unos cuantos restos de carajillos mi abuelo me manoseaba y me metía mano haciéndome prometer que no se lo diría a la abuela.
Ahí, en cierta manera, también aprendí que tenía algo que me daba un cierto “poder” sobre los hombres. Me esforcé para ser una chica guapa con bastantes buenos resultados.

Mi padre entraba y salía de casa pasando largas temporadas fuera, no se podía decir exactamente que viviera con nosotros a pesar de estar en casa de sus padres y conmigo que al fin y al cabo era su hija, lo que le quedaba de mi guapísima madre.

Un día llamaron a mis abuelos de la policía para comunicar que mi padre estaba detenido por tráfico de drogas, una fea historia. Por lo que se ve necesitaba dinero o simplemente lo quería y se ofreció a unos “inversores” para ir a Ámsterdam y volver en autobús que es más discreto con cinco kilos de cocaína. Le trincaron en la frontera española y no lo vimos en cinco años que se pasó en la cárcel. Yo no fui nunca a verlo, él no quería que lo viera detrás de los cristales. Como en las películas.

Cuando salió se había vuelto muy taciturno y había perdido la alegría que compartía con mi difunta madre años atrás. Estaba raro… hasta que un día, yo debía tener unos doce años o así, cuando volvía de tomarme carajillos y lo otro con mi abuelo al entrar en el comedor me lo encontré colgado del gancho de la lámpara. Avisé a mi abuela, que llamó a la policía. Vino el juez y todo, fue un día muy raro y lo único que recuerdo con claridad es que me quedé mirando como mi padre se balanceaba suavemente y que se había meado encima. Tenía los pantalones empapados y hechos un desastre.

Pasé años sin reaccionar. Una de las cosas que me chocaba era que como había quedado huérfana el juez aceptó que me adoptara mi tío, y durante los tres o cuatro años que me faltaban para la mayoría de edad pasé a todos los efectos de llamarme Verónica Pérez a llamarme Verónica Gómez. Las niñas de la clase se reían hasta que le salté un ojo a una con la mina de un bolígrafo “Bic Naranja”. Las otras niñas gritaban despavoridas, ella lloraba solo por el ojo que le quedaba y a mi me expulsaron para siempre.
Mi abuela se enfadó y me supo mal pero me emborraché y me olvidé del tema durante unos días. Antes de cumplir los dieciocho ya me emborrachaba con frecuencia sin necesidad de mi abuelo ni de que me metiera mano.
Ya había aprendido cómo hacer para que los hombres, y alguna mujer, me pagaran las copas.

A los dieciocho una amiga de borracheras y sospecho que de algo más pero estaba demasiado borracha para acordarme, me confesó que trabajaba en un piso de la calle Numancia de Barcelona. O sea, que trabajaba de puta. El business consistía en que necesitaban a alguien para que se ocupara del teléfono y esas cosas, le había hablado de mi a la jefa y estaban de acuerdo que una chica joven y con buen físico ayudaría a los clientes nuevos a quedarse. En principio el sexo lo pondrían otras.

Como hacía poco que había conseguido un trabajo de camarera en el Hotel Princesa Sofía y me destinaron a una de las plantas ya me había follado por dinero a varios clientes. ¿Dónde estaba el problema? ¡Eran gente de pasta y la soltaban a “puñaos” con que una Bollycao de dieciocho años les chupara un poco el manubrio! Al fin y al cabo hacía lo mismo con el barman del bar del hotel para tener barra libre por las noches.

Cuando hacía el turno de noche para volver a casa cogía de madrugada el bus nocturno que paraba delante del Hotel Sofía y me dejaba casi delante de casa. Alguna vez coincidía con las chicas que trabajaban en la calle y si algún coche de los que daban vueltas como si fuera un circuito oval me paraba, pillaban unos cabreos de la leche. Si había alguno medianamente guapo, muy raramente, le hacía una mamadita para que me llevara a casa en coche y pasaba del bus.

Evidentemente le dije que si a mi amiga de hacer de madame en la calle Numancia y la cosa fue bien una temporada. Muchos clientes querían follar conmigo pero solo obtenían un “no”. Era norma de la casa. Fue norma de la casa hasta que un cliente de provecta edad y un Jaguar más grande que mis borracheras se enamoró ( encoño ) locamente de mi. Me llevaba a comer a restaurantes caros, me hacía regalitos que la mitad de veces daba a mi vez a las chicas o a alguna amiga de Esplugues y a veces simplemente los tiraba.

Lo que a mi me parecía curioso es que nunca quería sexo, solo compañía. En verano me llevaba a la piscina y miraba como yo me bañaba, nada más. Daba igual, mientras tuviera el grifo abierto como menos trabajo mejor.
También me daba cantidad de dinero para mi importante. Eso no lo tiraba nunca. En general me lo bebía con la peña que había ido haciendo en Esplugues, en realidad el grupo de borrachos del pueblo. No dejaba de ser como una hermandad del bebercio, y éramos solidarios.
Bueno, hasta cierto punto.

Como todo lo bueno se acaba un día me pillaron los de la calle Numancia y lo consideraron alta traición digna no de fusilarme pero si de mandarme a tomar por el culo. De manera nada graciosa se quedaron con el cliente de décadas en el piso, que se vino abajo cuando al fin y al cabo era él el pagano, y no lo vi más. Ni Princesa Sofía, ni calle Numancia ni viejo baboso y rico con Jaguar.
En esas ya conocía a Juan y al cabo de un tiempo a Simón, digamos que pasé de la polla modelo lombriz de Juan a la polla modelo chato vino de Simón.

Estábamos una noche en la terraza del Sagardotegi de Castelldefels tomando algo antes de cenar en el Txalaka del mismo local cuando empezaron a servirme, seguramente por error, cervezas con alcohol. A la tercera yo ya no era yo. O mejor, yo era mi auténtico yo. Simón dijo algo que no me gustó y se fue a pagar. Yo no contesté porque se me había liado felizmente la lengua como hacía semanas que no me pasaba. Me levante, cogí el bolso y, creo, que pille el bus a Port Ginesta.
El resto es confuso, estaba en algún local de Port Ginesta y había hombres que me invitaban a copas, duró horas seguramente. Luego me enteré que Simón me había estado buscando casi toda la noche. De alguna manera llegué cerca de casa de Simón pero no sabía encontrarla, tiré de móvil y lo saque de la cama. Lo siguiente fue que me gritaban desde un balcón, un salto en el tiempo y estaba en el coche de Simón, o por lo menos conducía él, medio catatónica.

Cuando desperté me di cuenta de que estaba en Esplugues delante de casa de mi abuela, que Simón ya había sacado una maleta que a día de hoy conservo porque era suya, y que me estaba sacando del coche tirando del brazo para, seguramente dejarme en casa de mi abuela. Me negué a gritos, insistió y traté de autolesionarme a cabezazos contra los cristales del coche, se colocó entre el coche y yo, traté de pegarle y no le hizo falta ni esquivar, fallé y terminé en el suelo. Me cogió por la chaqueta y me levantó como un pelele, aproveche mi oportunidad y le arañe la cara hasta que le salió sangre, y eso que me muerdo las uñas, me separó de él empujándome el pecho y le grité:

.- ¡Me has tocado! ¡Te voy a denunciar! – En realidad no creo que se entendiera nada porque tenía la lengua trabada –

Quise empujarlo y terminé en el suelo otra vez. Entonces Simón puso su mano plana y su mucho peso sobre mi pecho y me inmovilizo en el suelo boca arriba, se movió a un lado porque yo alcanzaba a darle patadas y con la otra mano sacó el móvil y llamó a los Mossos d’Escuadra. A la cinco de la mañana estaban ahí en minutos, nos separaron y ante mi estado etílico lastimoso y él, le creyeron a él. Les indico que había bebido demasiado, cuales eran mis problemas con el alcohol el cabronazo - ¡son mis problemas, no los suyos! -, en que portería vivía mi abuela, y yo, y que él se iba a su casa. Le pidieron, creo, el DNI y se fue para siempre de mi vida. Uno menos.

Lo que paso luego en casa de mis abuelos tengo un recuerdo muy vago porque enseguida me fui a dormir y dormí dos días seguidos. Me obligaron a venir cada día a este sitio deprimente en el que estoy ahora.

.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

PD

No necesariamente soy Simón, puedo ser Verónica Pérez, o Gómez. También podría ser la amiga de Verónica que a lo mejor no se llama Verónica, ni Pérez ni Gómez. Incluso puedo ser la abuela de la supuesta Verónica o el pederasta de su abuelo o el cliente pastudo con jaguar enamorado de la Verónica que puede no llamarse Verónica. Que cada lector de esta pequeña comedia o drama, que las dos cosas pueden ser, se sitúe en la perspectiva en que más se identifique o se sienta más incómodo. Si, si, incómodo.
Pufff, madre de Dios bendito,, vaya historiabochorno ami la verdad que con tanto detalle podría pensar que eres la tal Varonica la verdademotic_nono aunque también podrías ser el psicoterapeuta,, ambos pueden tener todos los detalles de tal historia pero a saber...

El resto de protagonistas pueden saber de la historia porque Verónica se la contara pero ninguno recordaría tanto detalle

Desde luego a parte de desgarradora es una historia tremendaaa aplaudiraplaudir

Última edición por Lara È; 13/04/2019 a las 15:48.
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hotmail2866 (13/04/2019), Simon (14/04/2019)
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Antiguo 14/04/2019, 14:19   #173
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Pufff, madre de Dios bendito,, vaya historiabochorno ami la verdad que con tanto detalle podría pensar que eres la tal Verónica la verdademotic_nono aunque también podrías ser el psicoterapeuta,, ambos pueden tener todos los detalles de tal historia pero a saber...

El resto de protagonistas pueden saber de la historia porque Verónica se la contara pero ninguno recordaría tanto detalle

Desde luego a parte de desgarradora es una historia tremendaaa aplaudiraplaudir
Puedo ser el tío de Verónica que solo sale al principio y luego desaparece del relato, puedo ser alguien no sale, puede ser todo ficción... al final la verdad es solo la mentira que nos hace sentir más cómodos o que simplemente nos conviene.
Al final en el foro soy Simon pero en la vida - ¿real? - puedo ser Simon o Simón, o me llamo como quiera que me llame.
Es difícil discernir la realidad de la que no lo és. ¿ Nunca has despertado de un sueño muy real y en el momento que no estás ni despierta ni dormida cuesta diferenciar el sueño de la realidad ? ¿ Y si fuera al revés ? ¿ O realidades paralelas ? ¿ Y el multiverso ?
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Baja_134832 (14/04/2019), Lara È (15/04/2019)
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Puedo ser el tío de Verónica que solo sale al principio y luego desaparece del relato, puedo ser alguien no sale, puede ser todo ficción... al final la verdad es solo la mentira que nos hace sentir más cómodos o que simplemente nos conviene.
Al final en el foro soy Simon pero en la vida - ¿real? - puedo ser Simon o Simón, o me llamo como quiera que me llame.
Es difícil discernir la realidad de la que no lo és. ¿ Nunca has despertado de un sueño muy real y en el momento que no estás ni despierta ni dormida cuesta diferenciar el sueño de la realidad ? ¿ Y si fuera al revés ? ¿ O realidades paralelas ? ¿ Y el multiverso ?
Seas el tío, la propia Verónica o cualquiera de los personajes del relato; ya te llames Simon, Simón o comoquiera que te llames; ya habites en la realidad, en un sueño o en un universo paralelo del multiverso; sea como fuere, lo cierto es que el relato es fascinante y, personalmente, me parece de una calidad extraordinaria, como alguno más que he leído en este mismo hilo que he descubierto hace muy poco. Me parece que voy a pasar muchos ratos por aquí.

Jamás pensé que en un foro de este talante iba a dedicar mi tiempo a bucear en hilos como este, y cada día que pasa me alegro más de haberme dado de alta, porque estoy descubriendo auténticas perlas.

Simon, o Simón, o como sea, muchísimas gracias por compartir tu talento con nosotr@s. Es un auténtico placer leerte!!
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Lara È (15/04/2019), Simon (14/04/2019)
Antiguo 15/04/2019, 12:41   #175
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Puedo ser el tío de Verónica que solo sale al principio y luego desaparece del relato, puedo ser alguien no sale, puede ser todo ficción... al final la verdad es solo la mentira que nos hace sentir más cómodos o que simplemente nos conviene.
Al final en el foro soy Simon pero en la vida - ¿real? - puedo ser Simon o Simón, o me llamo como quiera que me llame.
Es difícil discernir la realidad de la que no lo és. ¿ Nunca has despertado de un sueño muy real y en el momento que no estás ni despierta ni dormida cuesta diferenciar el sueño de la realidad ? ¿ Y si fuera al revés ? ¿ O realidades paralelas ? ¿ Y el multiverso ?
Ser o no ser; ésa es la cuestión,, decía un tal Shakespeare!! girlwink

Lo importante es saber quiénes somos nosotros,, lo demás,, pura irrealidad que hacemos ta real por supervivencia propia... quizás por querer vivir en un sueño para no despertar de una pesadilla real,,deprimido

Particularmente prefiero despertar de la pesadilla que soñar la irrealidad,, al menos sé quién soy y así consigo hacer de mis sueños,, una realidad, girlinloveh

Tus relatos sean reales o ficticios,, no dejo de leerlos,, eres tremendooo, gracias por compartirlosreverencia

Feliz Lunesbesosella

Última edición por Lara È; 15/04/2019 a las 12:44.
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Baja_134832 (17/04/2019), Simon (15/04/2019)
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HAMBURGUESA DOBLE CON QUESO AGRIO


paliza

.- Simón!

La voz de Idalmis suficiente para haber hecho la revolución ella sola me llama desde el piso de abajo.

.- Teléfono!

.- Voy!

Es el director comercial de una empresa rival española pero la relación personal es muy buena, en las ferias con el cuchillo entre los dientes porque es competencia directa, nos peleamos por el mismo nicho de mercado. Fuera del trabajo estoy invitado dentro de un par de meses a su boda en el levante español. Me hace ilusión a pesar del palizón de ir y volver en cuatro días, es un detalle por su parte.

.- Hombre Eusebio! Como lo lleváis al otro lado del charco?!

.- Do ftoy ad otdo lado de shaco, ftoy a otdo dado deg gofo.

El teléfono se oye fatal y parece que tenga una piedra en la boca.

.- Que no te entiendo bien!

.- Edtoy end Siudad dae Mesido y a daz 14’45h dego a Da Habada. Venbe a guscar a adopuedo bod fabog.

.- Ahí estaré! Voy saliendo que sino llegaras tu antes que yo. Y sabes que mi Mitsu… - pero ya ha cortado la llamada y tal como voy, hecho un desastre a juego con el Mitsubishi salgo disparado al Aeropuerto Internacional Cutre José Martí fundador de la patria - .

En el camino al aeropuerto además de perderme por una obras y jurar en arameo voy distraído pensando en que se le oía raro. Como si estuviera resfriado o tuviera un flemón o algo parecido. Tendrá gracia verlo – y me sonrío – porque Eusebio es una especie de Rock Hudson a la española levantina. Es un guaperas de algo más de metro noventa, rubio rojizo con el pelo rizado, ojos azules, cachas y un trozo de pan de mucho cuidado. Es muy, pero que muy buen tío. Me alegro que se case porque conozco a su futura de unas vacaciones que pasaron en mi casa y es una chica estupenda además de muy adecuada para él.

Encuentro sitio con facilidad para parquear el carrito Mitsu a pesar de tener un conato de bronca con un paqueadol furtivo, porque en el aeropuerto no hay, y me meto en el edificio. Piso de arriba para salidas, piso de abajo para llegadas. Yo abajo con las pseudo jineteras que esperan a sus maromos. Alguna me mira raro y yo también me veo raro y divertido detrás del cristal donde normalmente casi solo hay chicas esperando al yuma que les llega babeante por todas partes donde pueden babear.
En realidad es patético.

El avión de Eusebio hace mucho rato que ha llegado incluso para el lento aeropuerto de La Habana. Como solo hay una pista es fácil llevar el control de las llegadas y las salidas incluso a simple vista. Bueno, no es grave, mientras he conseguido una lata de Cerveza Estrella y voy tirando. Solo me jode que sé que la ha vendido al gobierno Enrique que es el representante y es un gilipollas, pero una Estrella es una Estrella.

Noto que me cogen por el hombro y me encuentro con una cara completamente desfigurada, una camisa manchada de sangre y arriba de todo el pelo ensortijado de Eusebio. Casi solo lo reconozco por eso porque incluso parece que se haya encogido diez centímetros.

.- Hoda… - y se echa a llorar –

No sé que hacer con este hombretón llorando como un niño en medio del aeropuerto!

.- Hostias Eusebio! Que te ha pasado! Quieres mi cerveza?

.- Do puedo bebed – y sigue llorando –

.- Y tu maleta?

.- Do denndo, tá end Gmgmesigo… ( más lloros )

.- Venga, primero pasamos por el Hospital Internacional Cira García a ver si te pueden recomponer un poco y ya me contarás! Vale?

.- Di

Lo meto en el carrito por una enésima vez agradezco que sea un todoterreno de los de verdad porque salto por encima de todas las isletas ajardinadas con sus bordillos y me meto la carretera de mierda a todo lo que da el Mitsu incluidas las obras que me las paso por el forro y me las hago rectas con el Mitsu cruzado todo el rato dejando un reguero de insultos en cubano castizo.

En nada dejo el carro delante del hospital, mando a la mierda al paqueadol que cuando ve a Eusebio se acojona y no me replica y cuando lo ven dentro directo a urgencias. Como en todas partes por mucho que insisto me obligan a quedarme fuera. Están con él una hora larga y al final me sale un médico con una bata que en algún momento debe haber sido blanca pero en ese momento parece que venga de matar pollos.

.- Buenos días compañero, eres tu que ha traído a ese gringo estropeado?

Siempre olvido que con el tiempo, la ropa de diario, mi piel ya trigueña y mis peinados cubanos empiezo a parecer cubano.

.- Buenos días doctor! Como está Eusebio?! Que ha pasado?! Ah, y soy europeo, trabajo aquí.

.- Ah, entonces disculpe por llamarle compañero…

.- No, no, si ya está bien. Y Eusebio que?

.- Ahora le está interrogando la policía y supongo que luego a usted.

.- La policía??

.- Si – y de ahí no lo saco -.

.- Bueno pero por lo menos me podrá decir cómo está físicamente…

.- Pues no muy bien… veamos… tiene tres costillas rotas, un oído perforado, le he puesto la nariz en su sitio que no estaba rota pero si desviada… hematomas generalizados en cara pies y manos… la cara ya se la vio usted, está hecho un desastre pero es más aparatoso que otra cosa. Ah, si… le faltan algunos dientes y alguno roto que se lo hemos terminado de quitar al igual que la sangre seca que le taponaba las vías respiratorias.
Desde luego la paliza a sido de muerte!

.- La paliza??

.- No sabe usted nada?

.- Pero si acabo de recogerlo en el José Martí! Yo lo hacía en España y me ha llamado desde Ciudad de Méjico que lo fuera a buscar!

.- Bien, mire, ahí viene la policía…

.- Gracias…

.- No hace falta decir que le recetó reposo, antiinflamatorios y le he dado un sedante. Dormirá bastantes horas que le hacen falta.

Lo de la policía fue breve, tenía poca cosa que decir. No sé nada y por lo que ve Eusebio ya ha aclarado las cosas.

Al rato sale Eusebio ya más tranquilo, supongo que dopado, y con aspecto de haber perdido por KO la pelea por el campeonato del mundo de pesos pesados. Parece una momia de los parches que le han puesto.
Lo meto en el coche y en las diez cuadras que hay hasta casa se me duerme en menos de cinco minutos Me bajo del coche para abrir la verja bajo la mirada de los Dálmatas Asesinos y cuando sale Rodo a ver que pasa se queda sin palabras y no puede apartar la vista de la Hamburguesa andante que baja del coche, a diferencia de Ida que grita alguna cosa, las cubanas siempre gritan alguna cosa, y se mete en casa para no verlo. Por primera vez en años le ordeno a Rodo que él e Ida arreglen muy rápido la habitación de invitados y en que subo a Eusebio al piso de los dormitorios ya la tienen lista. No se ríe nadie y están muy seriecitos.

Eusebio se deja quitar la ropa, me contesta con un mfgh mi pregunta sobre si quiere agua, le ayudo a meterlo en la cama, dejo el balcón que no entre la luz, enciendo el ventilador enorme de madera made in USA modelo Martin Sheen y ajustando la puerta, pero no mucho, bajo a comer merendar cenar.
Abajo en el salón me esperan los tres, Ida, Rodo y la tortilla de papas que me hace Ida casi a diario. Tienen cara de asustados.

.- Simón, que paso? – pregunta Ida que es más lanzada –

.- Pues no lo sé bonita, a ver si cuando despierte me lo cuenta… tardará, el medico del Cira le ha dado un sedante para que este tranquilo y duerma unas horas.

.- Buf… si le ha pinchao el medico duerme siete días! – dice Rodo –

.- Rodo, no seas animal y dales la comida a los perros pera que esta noche no ladren y no molesten. Yo mientras llevo a Ida a su casa que ya es tarde para el camello.

.- Si, claro, claro… es tarde para que Ida coja el camello y el señor la tiene que llevar. Y si se despierta que le digo? Que estás con Ida?

.- Rodo, vete a tomar por el mismísimo culo, dicho esto tienes razón. Llama a un taxi y que lleve a Ida a La Lisa con su maridito de 120 kg de puro musculo. Que coja quince o veinte cañas del dinero para la compra que debería bastarle. Tu te quedas esta noche? Me iría bien porque así nos turnamos y si se despierta o lo que sea nos tendrá a mano.

.- OKA Simón, ahora llamo a… mis papas que hoy me quedo.

.- OKA Rodo, recuerdos a… Manolito.

.- Simón!!

.- Vaale! – risas –

Cenamos, le echo un vistazo a Eusebio que duerme profundamente a pesar que tiene problemas para respirar por la nariz y que tiene tres costillas rotas y salimos con Rodo a la terraza grande que da al mar.

.- Rodo, hoy solo cerveza, eh… que hay que estar bien por si cualquier cosa.

Y nos embarcamos en una conversación utilitaria con largos silencios. Se está bien, no hace ni frío ni calor y si no fuera por Eusebio nos quedábamos dormidos los dos en las hamacas igual toda la noche. Hasta los tres perros están tranquilos, yo creo que a su manera también disfrutan de la noche.

.- Y tú que crees que ha pasado Simón? Te ha dicho algo?

.- No, solo sé que el médico me ha dicho que le han dado una paliza importante y que el noseque de la policía me ha comentado que hacía mucho que no veía algo así. Que parecía que lo hubieran querido matar.

.- No si para ver eso no hace falta ser médico ni policía!

.- Si, ya… bueno, son las tres, en España las diez de la mañana, voy a llamar a su familia y a su novia para decirles que Eusebio tiene una infección en la boca y que no podrá hablar en unos días pero que no se preocupen que está en mi casa y bien atendido. Así cuando pueda hablar ya les contará lo que le dé la gana. Es que no se ni cuando tenía previsto volver a España.

.- Oye, y la visa de entrada de donde la saco?

.- Pues no lo sé, supongo que en el mismo aeropuerto, no sabías que se puede sobre la marcha?

.- Ah, pues no, eso es para gringos…

.- Si Rodo… para gringos…

Durante las dos llamadas mentí más que un cocinero de diseño pero los dejé tranquilos durante unos días y me quedé tranquilo yo porque había ganado suficiente tiempo para tranquilizarnos, en cualquier caso siempre podía inventarme una recaída de la infección o algo parecido. Llegado ya me asesoraría con algún médico o similares.
En dos o tres días Eusebio estaba físicamente mucho mejor, le dolían las costillas y los morados se iban volviendo de colores bonitos y curiosos, en la zona de los ojos parecía un mapache y vestido ganaba mucho, en bolas seguía dando pena, tenía el aspecto de un anuncio de menús baratos.

El problema serio era mental, no había manera de hablar con él, estaba ensimismado y cuando tratabas de atravesar la muralla se encerraba o con alguna excusa desaparecía, si estamos fuera entraba y si estábamos dentro salía. Incluso me salté todas las reglas y me lo llevé a tomar café con mi contacto con el gobierno cubano en la pseudo cámara de comercio. Al final Eusebio era mi competencia en toda la zona y eso incluía Cuba. Si lo veo en la próxima feria de la construcción de La Habana me lo cargo yo.

Una mañana mientras desayunábamos de repente empezó a hablar de lo ocurrido si preguntarle nada.

.- El otro día cuando salí del hotel en Ciudad de Méjico paré un taxi Volkswagen Escarabajo de esos que en Méjico hay muchos y cuando ya estábamos en marcha me di cuenta de que no llevaba taxímetro, le pregunte como era que no lo llevaba, me dijo que lo tenía estropeado y se lo estaban reparando, que no por eso iba a dejar de trabajar porque no se lo podía permitir. Conozco la ciudad, sabes?, me empecé a inquietar cuando se metió por unas callecitas estrechas que yo ahí si me perdía, dijo que estaban haciendo obras y que no me preocupara, que me haría buen precio. ¡Y vaya si me lo hizo! En una esquina paró, alguien abrió mi puerta y tiraron de mi entre dos o tres hasta que me sacaron a la calle, me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza, de esas de supermercado y por la luz vi que me metían en un edificio a hostias, luego en un ascensor y me seguían pegando, y luego en un piso. Me quitaron la bolsa de la cabeza, me obligaron a desnudarme y me ataron a una silla que era el único mueble que había en la habitación. Para mi que todo el piso estaba vacío.
Ellos venga a preguntarme donde tenía el dinero porque alguien saliendo de un hotel de 5* con americana y corbata y un maletín no era un turista. Que el reloj que llevaba, me lo han quitado, era caro. Era el reloj que me regaló mi novia cuando la pedida de mano, me va a matar.

.- Ellos de poco te matan Eusebio…

.- Si, ya, me tuvieron atado a la silla turnándose para darme de hostias durante horas, a ratos estaba consciente y a ratos grogui. Me mee y me cagué encima, aún me pegaron más fuerte y yo no podía más! Les pedía que vieran mi maletín mis tarjetas de trabajo para que vieran que soy un empleado, con mejor o peor sueldo pero al final un empleado. Que no tenía nada para darles. Cuando ya les dolían las manos de los puñetazos que me dieron, también patadas, se convencieron que se habían equivocado y que no sacarían nada. Los oí discutir si valía la pena convertir el asalto en un secuestro y pedir rescate pero lo encontraron demasiado complicado y que Europa estaba muy lejos.

Me miraron los cuatro y el que mandaba dijo – vámonos – y en el momento que salían por la puerta de la habitación le ha dicho al último –mátalo – se ha sacado una pistola, me ha apuntado y ha hecho el ruido de disparar con la boca. Se ha reído y se han ido. He conseguido desatarme a base de mucho rato, he cogido mi pasaporte y he salido a la calle. No sé el rato que he corrido, he visto una casa de cambio y después de muchas explicaciones y de hablar con mi banco me han dado algo de dinero para coger un taxi y el billete de avión. ¡Tenía que irme! No he pagado el hotel ni nada.

¡Aún tengo miedo Simón!

.- Tranquilo, estás en mi casa en La Habana y en este país estás seguro. Es difícil entrar y más salir. Esos ya se han olvidado de ti. Ha pasado casi una semana.

.- ¿¡Una semana ¡? ¡Hostia!

.- No te preocupes.

Y le explique la sarta de mentiras que había soltado por teléfono.

.- Eso si, pronto deberías dar señales de vida, o si quieres suelto más mentiras y te consigo otra semana…

.- ¡No, no! Recién había llegado, llamaré como si no hubiera pasado nada y que me quedo unos días de vacaciones porque estoy muy cansado. Voy a alquilar una habitación en el Meliá Cohíba que está más o menos cerca de tu casa para centrarme.

.- Hombre, quédate aquí, que la casa es muy grande para mi, que tengo custodio y cocinera…

.- Si, ya me ha dicho Rodolfo! Jajajajaja

.- Que no coño! Bueno, un poquito… ( nota mental: putear a Rodolfo pronto )

.- No Simón, de verdad lo necesito, es más, si me llevas podemos ir ahora y hago la reserva, me llevaría tu Mitsubishi pero solo lo puedes conducir tu. ¿Me prestas alguna tarjeta de crédito hasta que me manden alguna de nueva para la reserva? Ya lo denuncié a la policía cubana cuando me interrogaron.

.- Haremos algo mejor que eso, te voy a presentar al gerente del Hotel que es el único español que trabaja en el Cohíba, te dará barra libre para lo que quieras hasta que llegue tu documentación. Luego creo que deberíamos al Consulado General de España que está en la otra punta del Malecón y que expliques lo que me acabas de contar. ¿Te parece?

.- Bueno…

Y así lo hicimos, en el Cohíba estábamos con un amigo, en el pasado también había trabajado en el mismo sector que nosotros y luego se pasó a la hostelería, y en el Consulado hicieron todas las gestiones burocráticas. Luego fuimos a casa, pasamos lo que quedaba de día en el jardín y cenando en casa, aún había problemas para masticar porque no le habían cicatrizado las heridas de la boca. En el Cohíba aprovecho para comprar algo de ropa talla XXL, que la mía le quedaba pequeña y lo dejé en una bonita suite con dos tv que uno no funcionaba y el otro solo a ratos. Me fui a casa.

Fueron pasando los días y nos veíamos, pero menos de lo que yo había esperado. Recuperadas sus tarjetas de crédito había alquilado un coche bastante bonito y se dedicaba a pasear y a los Daiquirí Frappé con doble de ron como Hemingway.

ron blanco 42 ml (1 1/2 onzas)

Limón Jugo de medio limón ( 7 ml o 1/4 de onza)

Azúcar 1 cucharada

Hielo Algunos cubitos

Entiendo que no hay que masticarlo pero me inquietaba, hasta que un día vino a verme a casa. Yo pensé que venía a despedirse porque ya llevaba tres semanas en La Habana y no sabía que narices estaba contando por teléfono para justificar tanta tardanza. Estaba prácticamente recuperado descontando los dientes que le faltaban y las tres costillas que aún dolían.

.- Simón, tenemos que hablar.

.- Hombre, Eusebio, dichosos los ojos que no los oídos, ya hablas como mi ex mujer. – me empezaba a tener frito, pensaba que a estas alturas ya estaría en España con la familia, su futura mujercita y el trabajo y no en mi jardín –

.- ¡No puedo volver a España, he encontrado al amor de mi vida y no quiero a otra!

.- Las hostias o te las dieron demasiado fuertes o demasiado flojas…

.- ¡De verdad, es maravillosa!

.- Eusebio, a medida que hablas voy reconociendo los síntomas de la gripe cubana. ¿Es mulata?

.- ¡Si, y tiene unos ojos verdes preciosos y me ha dicho que…!

.- ¿Te importaría presentármela?

.- ¡¿Para que me la quites?!

.- Si no me la presentas en cuanto salgas de la isla te la quito.

.- ¡No podrás!

.- ¿No? – sonrisita malvada –

.- ¿Está bien, la llamo y quedamos?

.- No, mañana, o mejor pasado mañana que mañana tengo trabajo.

.- Como quieras, pero como me hagas una jugarreta no te perdono en la vida – cabreado –

En cuanto se fue salté sobre el teléfono y llamé a Rolando, Coronel del Ejército de Tierra retirado que las primeras semanas de mi vida en Cuba me habían endosado de chofer para comprobar que no tenía contactos con la oposición contra revolucionaria y que no organizara reuniones políticas – mala cosa la política – en mi casa y cosas así.

Guardábamos una buena relación que empezó tensa y terminamos amigos, sobretodo desde que le había conseguido unas gafas nuevas y algunas cosas así.

.- Rolando, Aseré la bola! ( expresión cubana ) ¿Cómo estás?

.- Bien Simón, ¿cómo estás tu?

.- Mira, por una vez necesito un favor Yo – recalco con la voz el “yo” – me vendría muy bien que mañana nos viéramos el Hall del Cohíba pero en un rincón discreto.

.- Tu dime la hora y más discreto que la sala de cámaras que no existe no hay. Desde ahí podemos verlo todo y pedir que lo graben. Bueno, yo puedo pedirlo.

.- Estupendo! Porque lo que necesito es que identifiques a alguien y busques su historial.

.- No te preocupes Simón, eso está hecho.

.- Pues para pasado mañana también te necesito en el mismo sitio pero sentado en el bar de recepción del Cohíba. Solo para dejarte ver y algo más si hace falta.

.- Oka

A la mañana siguiente estábamos en una habitación que no existe viendo como graban todo lo que sucede en las zonas públicas de hotel y de alguna suite. Me hice el escandalizado por esa flagrante violación de la intimidad y Rolando se reía de mi diciendo – venga Simón que en Cuba todos lo saben y tu también –

.- Bueno, si… ejem…

Llego una chica que era un bombón, hablo con el de recepción y a los tres minutos Eusebio salía del ascensor hecho un pincel. Besitos y se fueron a la calle supongo a buscar el bonito carro.

.- Quiero una identificación positiva de la muchacha ( mushasha ) para esta tarde, todo su historial, familia y antecedentes.

Me quedé impresionado del mando que tenía Rolando hasta después de jubilarse. Recordé que era uno de los treinta que supuestamente había entrado en el Palacio Presidencial en 1959 junto a Fidel para derrocar a Batista y eso le convertía en un héroe de la patria. – pero yo le tenía que comprar las gafas –

.- Simón, mañana por la mañana en tu casa y vigila que no esté el desgraciado ese. – el desgraciado en cuestión era Eusebio –

Por la mañana llegó Rolando en un Lada, Rodolfo e Idalmis se escondieron porque les daba miedo, y entró en casa con un montón de papeles. Pasamos el resto de la mañana estudiándolos. Lo invité a comer para desagrado de Ida y después estuvimos en el jardín con una botella de ron recordando viejos tiempos cuando él me espiaba para la revolución. Yo pensé que seguramente en aquel mismo momento seguía haciéndolo, pero es un juego que tienes que aprender a jugar en el que no se gana ni se pierde. Curioso.

A la mañana siguiente habíamos tomado posiciones en el Hall del Cohiba y cuando entró la chica salí a su encuentro. Al principio se hizo la ofendida y cuando me cansé de la comedia le señalé a Rolando en la barra del bar.

.- ¿Conoces a este hombre?

.- … - asintió con la cabeza aún con un intento de orgullo.

.- ¡Vamos!

.- ¿Tu me conoces muchacha?

.- Si señor…

.- ¿El de esta foto es tu marido que está fugado en Florida no por política sino por drogas?

.- Si…

.- ¿Es este tu hijo?

.- Si… - casi me dio pena, solo casi, arriba estaba Eusebio que no sabía nada –

.- - Intervine – Pues ahora lo haces llamar, y cuando baje le dices que te lo has pensado mejor, sales por la puerta y que no te vea nunca más. ¿ está claro?

.- Si…

.- Te voy a vigilar - terció Rolando de una manera lúgubre que hasta a mi me dio miedo - . Ahora llámalo.
A los dos minutos Rolando y yo estábamos escondidos viendo que pasaba por las cámaras que no existen y además descubrí que si les interesa también tienen micrófonos direccionales.

A los tres minutos salía iridiscente Eusebio del ascensor.

A los cuatro había una agría discusión.

A los cinco minutos salía la chica disparada por la puerta.

.- ¡Será descará! – mascullo Rolando – ¡Ya han picado muchos con ella!

Y Rolando después de años volvió a darme miedo momentáneamente.

Eusebio lloraba como un niño sentado en un sillón ridículamente pequeño para un hombre tan grande pero Rolando y yo nos escabullimos por zonas internas del hotel desconocidas para mi y salimos a 3ª entre Paseo y Malecón por detrás del hotel.

.- ¡Rolando, eres un amigo, gracias! Me voy a casa corriendo que este es capaz de venir a llorarme a casa.

.- A disponer Simón, si todo fuera tan fási… tengo el carrito delante del hotel y tu amigo no me conoce así que me voy.

Salgo disparado para casa y efectivamente a los diez minutos se me presenta el Romeo hecho un mar de lágrimas que ahogaremos en cerveza.

Al día siguiente Eusebio ha comprado un billete para Madrid que sale por la noche, lo acompaño al aeropuerto bastante más entero de lo que lo recogí la última vez y cuando nos despedimos con un abrazo de oso por su parte veo en la otra punta de la sala dos ojos verdes que me miran con odio, y detrás de los ojos verdes, a diez metros, unas gafas que taje desde Barcelona hace más o menos un año y una sonrisa discreta de Rolando al que acompañan dos policías de uniforme del aeropuerto. En cuanto Eusebio cruza a zona internacional desaparece la policía, la sonrisa, las gafas y los ojos verdes.

A los pocos meses estoy en la boda de Eusebio en algún lugar del levante español y en el aperitivo de antes de la cena, en un aparte le digo - ¿Te acuerdas de la mulata de ojos verdes? –

.- ¡Hostia tío! ¡Jajajajaja ni me acordaba con todo lo de la boda y mi mujer! ¿al final se fue, no?

.- Pues no tengo ni idea… ni se que cara tenía…

.- ¿Y como sabes que tenía los ojos verdes?

Y yo me escabullo porque no sé si en su tono y en sus ojos azules hay agradecimiento o resentimiento.

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Última edición por Simon; 22/04/2019 a las 12:16.
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Lara È (20/04/2019), Yuri Deher (22/04/2019)
Antiguo 11/05/2019, 13:07   #177
Simon
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UNA PEQUEÑA FABULA


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"Ay", dijo el ratón, "el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer".

"Sólamente tienes que cambiar tu dirección", dijo el gato, y se lo comió.

Franz Kafka
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Última edición por Simon; 11/05/2019 a las 19:59.
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JaSex (11/05/2019)
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Antiguo 20/05/2019, 17:36   #178
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GRIS


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Sale de casa, alza la vista y ve un cielo gris, encapotado. Tejanos grises, jersey gris, deportivas grises... Camina rápido sobre el asfalto gris, anticipando la que será otra jornada gris, como todas las anteriores, como todas las que vendrán.

De camino al metro, topa con grises transeúntes. Manos en los bolsillos y grises miradas fijas sobre las cuadrículas grises de la acera. En sus oídos, los auriculares le trasladan tonadas grises, estrofas tristes y grises. Letras de desespero, rimas desencajadas, fábulas de suicidas, anhelos de autor que quiere escapar de su grisura.

Desciende por la escalera gris hasta el gris andén. Principio y fin de recorrido, el metro acaba de llegar. De la cabina desciende la conductora, con sus pantalones de tergal gris y su rebequita gris plomizo. Le pesan los hombros y emprende el camino hacia la cabina situada al otro extremo, con paso gris y cansino y la mirada de un gris bucólico encaminada hacia un nuevo y gris deambular por las paradas de siempre, por el subsuelo de siempre, gris y oscuro. La sigue hacia el primer vagón y se fija en el leve bamboleo de sus caderas, pero rápidamente sacude la cabeza y recupera sus grises pensamientos.

Se sienta, extrae el libro de tapa gris de su macuto gris y se zambulle en una gris lectura que únicamente le aporta una nueva gama de grises: más luminosos, más apagados, más próximos al negro, o tal vez al blanco, pero grises al fin y al cabo. En ocasiones, levanta la vista y observa hastiado los rostros cenicientos que lo rodean: ojos grises y apagados en miradas perdidas; un silencio gris que todo lo impregna; dedos grises que circulan con fruición por grises terminales telefónicos...

Fin de trayecto. La boca gris del metro lo vomita a una nueva jornada de trabajo gris. Cruza la calle y una paloma gris pasa por delante de él, coja de una pata, con su gris deambular en busca de las grises migajas que dejamos los humanos.

El centenario edificio de piedra gris donde trabaja lo engulle con sus pardas fauces, como cada día desde hace...

Un trabajo anodino, frío, gris y mecánico lo absorbe durante varias horas. Compañeros y compañeras de abulia laboral, grises en su vestimenta, grises en sus maneras y grises en su lejana relación personal, se cruzan con él a intervalos regulares. Intercambian comentarios grises y anodinos, se lanzan miradas de un gris frío, cuasi pétreo, y regresan de inmediato al grisáceo horizonte que marca la gris pantalla del ordenador.

Fin de jornada y regreso al universo gris del transporte metropolitano. Cansado, sabe positivamente que sus ojos grises no soportarán todo un trayecto de lectura gris y deprimente. Saca el teléfono gris del bolsillo gris, y navega durante unos minutos por la grisura infinita de sus redes sociales. Parrafadas grises de los conocidos; ocurrencias grises de los amantes del mensaje corto a los que sigue; grises instantáneas incapaces de mejorar un ápice por mucho filtro Valencia que se les aplique...

Aburrido, hastiado de un mundo virtual de un gris que parece querer ahogarlo, cubrirlo de cenizas, abre el navegador y entra en el foro. Ceguera momentánea por la repentina irrupción de un destello diferente en la gama cromática que es su vida. Tres rápidos parpadeos para acostumbrarse al cambio del paisaje, una rápida sucesión de ventanas grises que conoce de memoria y, de repente, allí está ella. Con su conjunto negro azabache; con la piel rosácea de sus piernas; con el cobrizo claro de su melena; con el castaño brillante de esos ojos pixelados para desespero del desconocido; con el dorado cegador de su sonrisa y el rojo apasionado de sus uñas. Con el añil cálido de su voz apaciguada que lo mece con mayor intensidad que el traqueteo del vagón; con el carmesí ruborizado de esas mejillas que arden al adoptar una pose de diva que no va para nada con la ternura esmeralda de su carácter; con el festival multicolor, en suma, que despliega ante sus ojos su mera presencia.

La luz verde de su estado enciende un faro de blancos haces en su alma. Pulsa sobre el ocre maravilloso del gestor de correos, escribe unas líneas de apasionados carmines y aguarda respuesta con una llama azul intensa prendida en el estómago.

Y, en unos minutos, se ilumina el rojo despampanante anunciando la entrada de un nuevo mensaje. Lo abre con el verde de la esperanza prendiendo en su interior y un arco-iris de palabras reconfortantes rematadas con una promesa de contacto en persona transforman la grisura de No-Do del día en despampanante paisaje en tecnicolor.

Súbitamente, los pasajeros ya no son meros rostros cadavéricos de tristes existencias. Aprecia de repente el lazo gualdo en la solapa de su vecina de banco; el cromático trinar del acordeón del músico callejero; la blancura radiante de la sonrisa de la joven que teclea frenética palabras de amor a su pareja en la aplicación de mensajes; el turbulento azul de los tejanos que vibran en la pierna incansable del apasionado del rock que tamborilea sin cesar los compases que atruenan en sus oídos; el negro intenso de las pupilas del bebé que lo mira anonadado desde el confort de su cochecito; la rosácea cadencia de la cálida voz grabada que anuncia una nueva parada...

Sale a la calle, deslumbrado por el espectáculo cromático que le regala, de nuevo, la vida. Se maravilla con el ocre de las hojas de los plataneros, con la violencia que irradian los neones de los escaparates, con el cubo rubik que conforman los automóviles que aguardan ante la policromía del semáforo; con las miradas azules, castañas, verdes y negras que le regalan los transeúntes...

Y con este pantone de sentimientos alojado en todos los rincones de su anatomía, enfila la escalera que lo conduce hacia ella, la única capaz de entintar su existencia monocroma...
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benji50 (20/05/2019), Katy (20/05/2019), Trauet (20/05/2019)
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Antiguo 20/11/2019, 22:09   #179
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Huevos con maracuyá

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Él, empadronado en la periferia de Barcelona city ciudad sin ley, antiguo trabajador de una empresa de ámbito nacional, nacido y criado en eso que con el tiempo ha venido a llamarse la España vaciada - ¿por quién ya que estamos? – se auto vació, dejo su pueblito y emigró a la gran ciudad. En comparación, claro.

Había pedido el traslado de su puesto de trabajo a la empresa y se lo concedieron, en fin… no realmente lo que había pedido, él quería ir a vivir a Madrid que estaba más cerca del pueblito y hablaban cristiano. Se amoldó, hizo amigos entre los compañeros de trabajo, descubrió que se podía vivir perfectamente con las tribus bárbaras porque todos hablaban castellano más o menos decentemente y terminó por integrarse pidiendo una hipoteca a la Caja de Pensiones para comprarse un mini sobre, sobre, sobreático.

La vida funcionaba, también se había integrado en algunos foros de Internet como por ejemplo SMB donde hizo amigos en algunas quedadas cerveceras. Stammtisch las llamaban. Era un foro y unas quedadas para adultos, en las quedadas a veces eran tan adultos que se caían por el otro lado de la página. Un Mundo Perdido como el de H.G. Wells. En las quedadas cerveceras en vez de moscas de la cerveza había pterodáctilos de la cerveza.

Lo interesante fue que de ahí salió un anteproyecto que se convirtió en un proyecto y luego en una realidad de hacer unas vacaciones de verano con alguno de ellos. No de una manera bíblica, que nunca se sabe, pero sí de sana camaradería. Se hizo una lista de lugares adecuados para las aficiones comunes y se terminó por eliminación tirando una moneda al aire para deshacer un empate técnico por Brasil, por una ciudad que estaba muy de moda: Natal en el Estado de Rio Grande do Norte. A él le gustó especialmente porque su pueblito estaba cerca de la frontera con Portugal y rascaba el idioma bastante bien. En todo caso mejor que los demás.

Secretamente tenía algún complejillo, básicamente que era muy bajito hasta el punto que se había librado de la mili por o gracias a ello. Había estado bien pero en la vida cotidiana se sentía algo incómodo cada vez que le presentaban una chica porque casi siempre eran más altas que él. En público argumentaba como buen españolito que no había crecido más de lo gordos que los tenía y cosas así para salir del paso pero interiormente le xodía. Habían pasado los años y no lo había superado, al contrario, se veía las piernas más cortas desde que había cumplido los cuarenta ya hacía algunos añejos.

Ella, hija de su madre y padre missing al igual que sus dos hermanas hijas de la misma madre y de sendos padres missing, vivía en una favela en la zona menos favorecida de Natal. Para más cachondeo en la esquina de la calle había una sórdida tienda de ataúdes. No la atracaban nunca, claro. Seguramente por eso era la única tienda con escaparate iluminada de manera mortecina en toda la calle desierta. Todos se fortificaban en sus chabolas a todas horas y sobre todo cuando caía la noche que en Ecuador dura doce horas todo el año.
Karla era el cisne de su casa, joven, al filo de lo ilegal sin quedar claro de que lado del filo, guapa a rabiar, morena, branca con un punto trigueño y unos enormes ojos negros con capacidad para desarmar a cualquier pájaro que se le pusiera por delante. Era evidente que el mix genético suyo era muchísimo mejor que el de sus dos hermanas.

De trabajo andaban mal todos, en eso estaban igualadas y al igual que sus hermanas y seguramente que su madre en un pasado no tan remoto, cuando llegaba la hora en que todos los gatos son pardos se ponía el “uniforme” de trabajo y se iba a buscar la vida y la de su familia a La Cucaracha y a El Azúcar, dos bares de alterne al aire libre como se estila en la zona. Evidentemente obtenía bastantes mejores réditos que sus hermanas, por su juventud, por su belleza y por sus tetas.

La técnica de acoso y derribo al guiri era sencilla, les entraban literalmente cada dos minutos una chica distinta hasta que el guiri claudicaba o se iba con la música a otra parte y dejaba sitio para trabajarse a los que si pasaban por el…aro. Cada chica tenía su tontería para entrar y la suya consistía en hacer con las dos manos la forma de una vulva en el aire e intentar que el guiri de turno hiciera la pantomima de lamer en el aire el supuesto interior. De todas maneras a ella no le hacía mucha falta, ya le venían como perritos.

Hacía falta porque entre los “protectores” que tenían todas, no por voluntad, y la policía que en general son de la zona de Sao Paulo el peaje para volver a casa no era barato. En cualquier caso ineludible.

Estaba bastante harta cuando de un día, noche, para otro cerraron los dos locales a la vez descubriéndose que la propiedad era de una empresa que servía para esconder a los auténticos propietarios que - ¡anatema! – eran españoles. Razón más que suficiente para retirarles la licencia. Ninguno de los beneficiarios estaba para que unos gringos se llevaran la parte del león de los ingresos que generaban sus chicas y lo que se dejaban los guiris en lo que no eran chicas.

Casualmente y para tranquilizar estómagos inquietos a las dos semanas se abrió un nuevo lugar más bonito, más grande, con muchas barras circulares diseminadas por unos jardines convenientemente vallados con capacidad para todas las chicas que quisieran ejercer el noble arte de una prostitución más o menos encubierta, más bien menos, y tantos guiris con ganas de meterse el Atlántico entre pecho y espalda para tomarse unas caipirinhas y de paso alternar con algunas garotas de programa de buen ver y mejor comer de todos los gustos, sabores y colores como diría el profesor Jiménez de Parga para describir las fuentes de los jardines de La Alhambra de Granada.

Él, después de un anodino y pesado viaje con escala en Lisboa, con la única distracción de que a Liptor se le habían caído los huevos revueltos calientes del menú encima de los propios en un extraño que había hecho el avión, llegó al Chalet Suizo, único hotel de Natal donde permitían entrar chicas, darse una ducha y cambiarse los pantalones si se te habían caído los huevos revueltos encima.

De ahí salieron disparados en un par de taxis, en uno no cabían todos, al único sitio de Natal donde poder “alternar” con una mínima seguridad personal. El complejo - ¿alternador? – se llamaba La Plaza y la entrada era gratis, no está ahí el negocio. Solo entrar hubo una tendencia a desperdigarse porque ya se sabe, se caza mejor solo sobre todo si la presa es uno mismo.

Él se fue directo a una de las mini barras y tras pelearse con un taburete absurdamente alto se tomó de manera más o menos imprudente tres o cuatro caipirinhas bastante más rápido de lo aconsejable. A la vez empezaron a desfilar delante suyo una aparente cantidad infinita de chicas que raramente andaban más allá de los veinticinco años haciendo cada una su monería. Había que reconocer que las había francamente potentes pero entre el viaje y que se sentía incómodo por la falta de costumbre y, porque no decirlo, una cierta inestabilidad con el taburete empeñado en recordarle su baja estatura, no terminaba de soltarse ni de decidirse. Por otro lado era tal la cantidad de chicas y la velocidad con que aparecían y desaparecían que le mareaba un poco. Seguramente las caipirinha no ayudaban, estaban hechas con cachaça peleona.

La música desapareció, las voces se acallaron, las luces se volvieron tenues y solo iluminaban un metro cuadrado a su alrededor. Se le paso la media borrachera y se sintió nadando, abducido y protegido por unos grandes ojos negros como la noche más oscura que le miraban a través de unas manos perfectas que dibujaban un corazón en el aire.
Él vio un corazón cuando las manos seguían dibujando un coño. Además de los ojos un poco más abajo había una sonrisa y era evidente que aquel ser angelical le estaba diciendo algo. Él quería responder algo aún que no entendiera nada, quería decir “me llamo Simón” pero solo alcanzó a decir “memamomamón”.
Ella seguía sonriendo, lo cogió de la mano y le propuso alquilar un apartamento por horas sobornando al portero de un bloque de apartamentos. Sabía cuales estaban vacíos y se sacaba un sobresueldo.
Él seguía sin enterarse de mucho, solo de que era la mujer más bella que había visto nunca, que tendría unos dieciocho años y el más de cuarenta y que una vez bajado del taburete ella le sacaba media cabeza.
Fue una noche de sexo mágico ella le hablaba en un dulce portugués y él hacía lo que podía. El alba los pilló en la playa, juntos en la arena y a él se le habían pasado todas las tonterías, sabía que era de pago pero no trataba de protegerse. Al contrario, estaba envuelto en un mundo de pétalos de rosa mezclado con olor a mar y el mejor olor a mujer que había olido nunca y se quería quedar allí para siempre.

Él pensó que con el día todo se terminaría pero cuando se despidieron en medio de una tormenta de besos y abrazos ella le dio su teléfono, la dirección de su casa y le invito a cenar.
El día paso entre ilusión, suspiros y cachondeo de los colegas que se mofaban.

.- ¡Se nos ha enamorado! – decían los pterodáctilos.

La coña era infinita pero él al terminar el día se puso guapo, cogió un taxi que le preguntó si estaba seguro de querer ir a la dirección que le decía, y se presento en la favela desierta después de haber admirado los ataúdes a media luz lúgubre. Había uno que parecía cómodo.

Ella lo esperaba en la puerta no fuera que se lo despellejaran, lo hizo pasar a un patio interior y de ahí a la casa propiamente. Realmente se limitaba a una sola pieza bastante grande con una mesa cuadrada de madera basta, unas sillas que destacaban por su personalidad, no había dos iguales, y en una repisa un fogón camping gas que hacía de cocina. Del techo un cable con una bombilla que había pasado mejores épocas más o menos envuelta en algo que hacía las veces de pantalla.

Algo comieron, pero él estaba alelado. Algo bebieron, y le cogió un ataque de tos de lo fuerte que era que se espabilo de golpe. Estaba sentado con las cuatro mujeres alrededor del único mueble de la casa, supuso que en alguna parte dormían pero no veía donde. La pobreza saltaba a la vista pero él no hubiera querido estar en otro sitio. Se sentía extrañamente en casa, y eso que estaba claro que si bien Ella ( mayúscula ) estaba por él, lo trataba con cariño y no parecía importarle nada más, sus hermanas y madre lo estaban sometiendo a un examen que él no sabía a que venía. En un rato lo supo. Eran brujas y adivinaban el futuro.

Estuvieron horas hablando de montones de cosas como si se conocieran de toda la vida y hubo un momento en que él se oyó a si mismo invitándola a ella una temporada a su casa en una barriada de Barcelona. Era evidente que la madre de la criatura se debatía entre el riesgo de que su hija pequeña se fuera a Europa con un prácticamente desconocido y la oportunidad que para ella suponía salir de aquella casa, aquella favela y aquella vida en general.
No eran muchas las puertas de salida. Por lo menos las que podían terminar más o menos bien. Al final accedió, pero no fue tan fácil, si bien ella ya era mayor de edad las leyes brasileñas establecían una edad superior para poder salir sola del país. Tuvieron que ir a un Cartorio ( notario ) para que su madre le firmara un permiso para salir, además montones de papeles, Brasil es el país de la burocracia.
Será que por cada papel tienes que pagar una pequeña cantidad…

De esta historia hace más de quince años, a día de hoy tienen un matrimonio feliz y dos hijos preciosos. Ella se ha convertido en una mujer guapa, que ya lo era, y sobretodo feliz y él incluso parece que haya crecido un poquito.

PD ¿ Quien dijo que no puede funcionar ? ;-)

Última edición por Baja.jqhqo221; 20/11/2019 a las 22:30.
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Baja_134832 (21/11/2019), Baja_137095 (22/11/2019), Dr. Loomis (23/11/2019), Trauet (21/11/2019)
Antiguo 25/11/2019, 13:03   #180
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Subiendo


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Anda por la calle con cierta inseguridad y a la vez tratando de apresurar el paso, dos acciones que a la vez se complican la vida mutuamente. No puede llegar tarde de ninguna manera, le va el futuro y los zapatos nuevos comprados para la ocasión no ayudan, están empeñados en reducirle el juanete al tamaño de la horma cuando él preferiría que fueran los zapatos que se adaptaran a la forma de su cuerpo.

Las calles le despistan un poco porque a pesar de haber cumplido ya los cincuenta y haber vivido siempre en la misma ciudad hay algunos barrios, como este, que no frecuenta nunca. Está fuera de lugar. Es un barrio de gente rica y despachos de gente rica.

Se ha entretenido estúpidamente con cosas irrelevantes que le han llevado media hora que ahora le falta pensando que a la primera encontraría el despacho del headhunter. Ha sido un proceso de selección que ha llevado meses de esfuerzo, y más a su edad, que en comparación con los pipiolos llenos de masters en cosas que él ni siquiera sabía que existían jugaba con desventaja. A base de mucho esfuerzo y sacrificando horas de sueño y fines de semana está en la terna final. Ya es todo un logro, pero para eso no te pagan.

Falta el último paso y ese consiste en una entrevista supuestamente decontracté con el gran Manitú propietario de la empresa. Es una entrevista intencionadamente informal para poder pillarlo con la guardia baja, colarle todos los goles y todas las perrerías posibles. Se trata de ver cómo reacciona ante situaciones imprevistas. Por rumorología sabe que es en una sala con varias puertas y que te puede aparecer por cualquiera de ellas comprobando en que lugar te has sentado o si has permanecido de pie. También usa el truco de vestirse con un pullover y unos pantalones de pana a la Woody Allen o un traje que él no se podría pagar en un año. Se trata de descolocarlo. La conversación puede versar sobre cualquier cosa no necesariamente del ámbito laboral.
Aparentemente.

Por fin… edificio muy a la page que consigue oler a dinero solo con mirarlo. Es un efecto óptico del arquitecto muy logrado. Afecta al cerebro. Al cruzar la puerta de la calle, identificarse con un segurata que lo mira circunspecto desde detrás de un mostrador y dirigirse a los, plural, ascensores ha sentido una cierta sensación de mareo pero ha sido solo un momento. Incluso le ha parecido por un momento que el segurata se sonreía, pero no podía ser, los seguratas de estos sitios no sonríen.

Está de suerte y un ascensor con mármol y alfombra persa lo espera y lo acoge en su seno. Veamos… tras un rápido estudio de la inacabable botonera culminada por un display que además de indicarte el piso da noticias como si fuera un teletipo de los de antes, se orienta y pulsa con toda la determinación que consigue acumular el botón digital de la planta treinta y siete.

.- ¡Cerrando puertas!

Vaya, además habla.

Empieza a subir con una cantinela que le recuerda a los niños de San Ildefonso cuando la lotería de Navidad. Es cierto que la voz femenina que le habla no tiene voz de pito y si un punto sexy y confortable, tranquilizador, pero sin pasarse que es un sitio serio.

Unos cuantos pisos más arriba ya está hasta las narices de Betty, ha decidido que el ascensor se llama Betty, es una manera de mantener la mente ocupada como cualquier otra. Podría contar ovejas pero Betty ya cuenta pisos. Treinta y cinco, treinta y seis y treinta y siete.

Treinta y ocho, treinta y nueve…

.- ¡¿Cómo que treinta y nueve?!

El ascensor sigue; cuarenta, cuarenta y uno…

Evidentemente se ha estropeado el maldito display pero aún que es muy suave nota perfectamente como Betty se sigue moviendo y se mueve subiendo.

Cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis…

.- ¡Pero si este edificio de mierda solo tiene cincuenta pisos! – exclama para sí mismo y para Betty a ver si se entera.

Sigue subiendo con la cantinela que le acompaña y ya no sabe que hacer, ha tocado todos los botones, los de emergencias incluidos. A estas alturas - ¡¿alturas?! - ya ha pasado del piso cuatrocientos y en la pantallita después del cuatrocientos uno vuelve a salir el cuatrocientos - ¡al fin! – pero luego el cuatrocientos uno otra vez y luego otra vez el cuatrocientos. Betty se ha quedado en un bucle donde ni sube ni baja, o más bien dicho, está entre dos pisos y de ahí no pasa ni arriba ni abajo.

Se sienta en el suelo, está cansado y tiene miedo, algo no es normal. Está sentado en el suelo de un ascensor que habla y se llama Betty a una altura imposible. Además tiene pipí y hace lo que puede para aguantarse, no sería propio mear en la alfombra persa del hombre que puede solucionar tu futuro laboral de por vida.

Repentinamente las luces de Betty se vuelven tenues y difusas y las paredes y el techo del ascensor se vuelven trasparentes menos la botonera con la pantallita. Se pone de rodillas aterrorizado con la cabeza amorrada a la alfombra persa y las manos cubriendo los lados. No quiere ver lo que supone que se ve desde el piso cuatrocientos. Consigue darse la vuelta y con la espalda pegada al suelo logra distinguir por encima de él la bóveda celeste de la que ya forma parte, puede ver la Vía Láctea, la constelación de Orión, las puertas de… bueno, que puede ver el cielo nocturno y a los dos pipiolos que tiene como oponentes en la entrevista de trabajo en una situación parecida a la suya, cada uno en un ascensor como el suyo, transparente y aparentemente sin colgar de ningún cable.

Hay uno que llora aún que no lo puede oír, claramente vocaliza que quiere a su mamá y el otro ya se ha meado encima de la alfombra persa del ascensor que ocupa. Se le ve perfectamente que está gaga y que ha perdido el juicio.

.- ¡Ya basta Betty! – grita – ¡haz el favor de bajar de una vez!

Y Betty se para entre el cuatrocientos y el cuatrocientos uno, como si esperara algo…

.- ¡Baja!

Y Betty empieza a caer cuatrocientos pisos con lo que en poco más de diez segundos alcanza la velocidad terminal a poco más de doscientos kilómetros por hora. En nada estará abajo y morirá estampado como una mosca contra el suelo. Le da tiempo en decidir cómo morirá y al no querer morir como los suicidas que tienden a caer de espaldas para no ver acercase el suelo él se pone en pie porque le parece estúpidamente una posición más gallarda.

Betty ha ido contando los pisos de bajada hasta que la velocidad ha fundido alguna cosa, ha hecho un piff, ha salido un poco de humo y se ha callado. Ya solo se oye el ruido aerodinámico de Betty, no se le puede pedir a un ascensor que a más de doscientos por hora tenga una aerodinámica buena y silenciosa. Hace lo que puede. Por ahora las pareces y el techo han vuelto a su aspecto original.

Silencio.
Está claro que ha dejado de moverse cosa que no puede decir de su vejiga. La alfombra persa terminará por sufrir las consecuencias si esto dura mucho.

Se abren las puertas y lo espera el segurata que se presenta como Smith & Wesson asociados. Aclara con una sonrisa que él es el señor Wesson, que el señor Smith se disculpa pero los jueves tiene clase de zumba y estará ausente toda la tarde.
A eso él está como catatónico, no sabe si reír o llorar o las dos cosas a la vez pero lo que es seguro es que tiene ganas de matarlo y de hacer pis.

.- ¿No tendrá usted ganas de hacer pis? A muchos les da por hacerse pis en la alfombra, son de imitación, ¿sabe? Es que nos salía por un pico en tintorerías. Ya bastante nos costaron los efectos especiales del ascensor y el mantenimiento que conlleva. ¿Le ha gustado?

.- ¡¿Pe...pero todo era de mentira?!

.- Si claro, se trataba de ver sus reacciones en situaciones límite. El ascensor en realidad no se ha movido nunca de sitio, no podría, solo es la caja de un ascensor con todos los accesorios para hacer la experiencia creíble. Por cierto, muy bueno lo de humanizar a la maquina poniéndole nombre, ahí ha empezado usted a coger las riendas. Ha sabido adaptarse a situaciones imprevistas y seguir mandando sobre los demás y sobre usted mismo incluso cuando pensaba que moriría. ¡Le felicito!

.- ¡Muchas gracias! – atina a contestar en automático.

.- ¡El puesto es suyo! Y ahora se irá usted a reponerse a casa que me consta que la experiencia es dura y agota. A mi me va a tener que perdonar porque sus dos oponentes se los han tenido que llevar en ambulancia uno agarrado a los pechos de la enfermera de urgencias gritando que quería a su mamá y el otro ha perdido el juicio, esperemos que temporalmente, porque lo han tenido que sedar. Tengo que ir al hospital. Ya me conocen.

.- ¿Se ha puesto violento el pobre? Es que he visto como se meaba en la alfombra persa de pega…

.- No, no… es más que nada para que no se autolesione, se había encerrado en el lavabo y no paraba de masturbarse con la escobilla del…

.- Vale, vale, ya lo entiendo. Me voy a casa a descansar.

.- ¿Mañana a las siete, eh?

.- Si…
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Un forero ha dado un SmilePoint a Baja.jqhqo221 por este mensaje
Lara È (01/12/2019)
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Valkiria
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