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El libro de la Sra Rius
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Dr. Loomis
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Entrevista el El Periódico a la sra. Rius:

https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20230304/senora-rius-mal-feministas-hablen-83940441

Es solo para registrados cagada Transcribo

Lydia Artigas (Barcelona, 1938), mucho más conocida como señora Rius, es la madame más famosa de Barcelona desde que escribiera dos libros contando sus vivencias en la prostitución, lo que ella llama "hacer señores". El último se publicó hace ahora una década.

¿A qué se dedica usted?

Soy una señora que había hecho señores, y ahora llevo un poco la dirección de este trabajo. ¿Sabe por qué? Cuando vinimos a este piso [de la calle Villarroel de Barcelona] éramos cuatro señoras casi de la misma edad. Si llamaban a la puerta las chicas tenían miedo de salir, y entonces salía yo con una bata y abría la puerta. Llevamos en esta finca casi 40 años, pero antes teníamos dos pisos más. Con el covid las cosas cambiaron, y aguantar tres pisos no salía a cuenta.

¿Cómo empezó en esto?

A los 12 años fui a vivir con mi madre porque mi abuela y mi tía no me podían pagar más el colegio de monjas. Íbamos de pensión en pensión, porque Teresa, mi madre, no pagaba, nos íbamos con lo puesto. Fue cruel. Yo trabajaba en una fábrica de esencias. Mi madre enfermó y la llevaron al hospital del Mar, que era terrible en aquella época. Yo lloraba en el trabajo, y el encargado me dijo: ‘Hable con el señor Manel’. Y el señor Manel enseguida cambió a mi madre a una clínica moderna, y a mi hermana y a mí nos llevó a un hotelito que solo era para chicas. Fue una persona encantadora y fue el primer señor de mi vida. Era mucho mayor que yo.

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Entrevista

Señora Rius: "Me sabe mal que las feministas hablen de nosotras de manera cruel"
Señora Rius: "Me sabe mal que las feministas hablen de nosotras de manera cruel"
"Nuestro mundo es feo y malo, y hay que ser muy valiente para hacer señores", dice la 'madame' más famosa de Barcelona
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Daniel G. Sastre

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Barcelona 04 de marzo del 2023. 17:43
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Lydia Artigas (Barcelona, 1938), mucho más conocida como señora Rius, es la madame más famosa de Barcelona desde que escribiera dos libros contando sus vivencias en la prostitución, lo que ella llama "hacer señores". El último se publicó hace ahora una década.

¿A qué se dedica usted?

Soy una señora que había hecho señores, y ahora llevo un poco la dirección de este trabajo. ¿Sabe por qué? Cuando vinimos a este piso [de la calle Villarroel de Barcelona] éramos cuatro señoras casi de la misma edad. Si llamaban a la puerta las chicas tenían miedo de salir, y entonces salía yo con una bata y abría la puerta. Llevamos en esta finca casi 40 años, pero antes teníamos dos pisos más. Con el covid las cosas cambiaron, y aguantar tres pisos no salía a cuenta.

¿Cómo empezó en esto?

A los 12 años fui a vivir con mi madre porque mi abuela y mi tía no me podían pagar más el colegio de monjas. Íbamos de pensión en pensión, porque Teresa, mi madre, no pagaba, nos íbamos con lo puesto. Fue cruel. Yo trabajaba en una fábrica de esencias. Mi madre enfermó y la llevaron al hospital del Mar, que era terrible en aquella época. Yo lloraba en el trabajo, y el encargado me dijo: ‘Hable con el señor Manel’. Y el señor Manel enseguida cambió a mi madre a una clínica moderna, y a mi hermana y a mí nos llevó a un hotelito que solo era para chicas. Fue una persona encantadora y fue el primer señor de mi vida. Era mucho mayor que yo.

¿Qué edad tenía usted?

Yo debía de tener 16 años. Vivíamos en la calle Padua, y no podía salir nunca de ahí. Yo nunca he sido joven: desde los 16 a los 22 estuve encerrada.

¿Nunca se planteó hacer otra cosa?

Después trabajé en la aduana, en los almacenes de El Águila... Pero las señoras no estábamos bien pagadas, y después de haber estado con este señor no nos llegaba. Gastamos mucho dinero, y cuando este señor me planteó que me fuese con él a Canarias, y dejar a mi madre y a mi hermana, dije que no. Entonces fue cuando yo le dije a mi madre: ‘A partir de ahora, yo haré tu trabajo’. Me dijo que me fuera a un cabaret, pero le contesté: ‘Mamá, que yo no bebo ni fumo, prefiero hacer señores’. Y me fui a la mejor casa de Barcelona.

¿Qué diferencias ha visto a lo largo del tiempo en los clientes?

Creo que el sexo no ha cambiado, pero por ejemplo el cine ha despertado cosas diferentes en los señores. Me acuerdo de que con 'El cartero siempre llama dos veces' todos los señores me pedían una mesa y yo pensando: ‘¿Pero esto qué es, América?’. Es curioso: ahora muchas veces nos piden que las chicas sean catalanas, y en los 60 los señores que venían hablaban castellano. Se ve que a la burguesía catalana les sabía mal ir a casas de señoras. Eran catalanes y hablaban castellano: yo se lo notaba enseguida y les decía: ‘Usted es catalán, ¿verdad?’. Y ahora, mira qué cosas, me dicen: ‘Lydia, las chicas, catalanas’. Y les contesto: ‘En cambio vosotros hablabais castellano en aquella época’.

¿Y las chicas que se dedican a esto han cambiado?

Sí, totalmente. Lo que era bonito de hacer señores, la fantasía, la ropa interior, el toque de elegancia... yo lo he querido conservar siempre. Algunas mujeres nos tienen esta especie de manía... Y nosotras estaremos siempre. Siempre. Porque no hay nada que sea como nosotras, y nosotras hemos salvado muchos matrimonios.

Pero no todas las mujeres que se dedican a esto lo hacen por voluntad propia.

En mi casa sí, y tanto. Luego están las mafias y todo eso. Eso ha perjudicado mucho nuestro trabajo. Las obligan a hacer todas esas cosas... Nuestro mundo es feo, es malo y es complicado, y hay que ser muy valiente para hacer señores, porque si no no harás nada. Porque encerrarte con una persona... Nosotras no tenemos un libro de instrucciones que nos diga qué tenemos que hacer, tiene que salir de ti misma, tienes que tener una cabecita espabilada. Y no todas las mujeres sirven. Una vez una señora me dijo: ‘Es que Lydia lo pinta todo muy bien’. No, no es así: yo sé cómo es mi trabajo. He tenido la suerte de que, por teléfono, cuando he oído a un señor que no me gusta le he dicho: ‘Se equivoca, esto es el aeropuerto’. Y se acabó la historia.

¿Nunca ha tenido problemas, nunca le ha hecho daño un hombre?

Cuando un señor viene a mi casa y me dice que quiere esto o lo otro le digo: ‘Uy, usted es muy profesional, nosotras somos medio aficionadas’. Yo hasta hago comidas y bocadillos. Me gusta cocinar. A un señor se le había muerto la señora y me decía: ‘Lydia, hace tres navidades que no como escudella’. Y un día se la hice.
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jose maria (05/03/2023), Sara (05/03/2023)
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Señora Rius: "Me sabe mal que las feministas hablen de nosotras de manera cruel"

Lydia Artigas (Barcelona, 1938), mucho más conocida como señora Rius, es la madame más famosa de Barcelona desde que escribiera dos libros contando sus vivencias en la prostitución, lo que ella llama "hacer señores". El último se publicó hace ahora una década.

¿A qué se dedica usted?

Soy una señora que había hecho señores, y ahora llevo un poco la dirección de este trabajo. ¿Sabe por qué? Cuando vinimos a este piso [de la calle Villarroel de Barcelona] éramos cuatro señoras casi de la misma edad. Si llamaban a la puerta las chicas tenían miedo de salir, y entonces salía yo con una bata y abría la puerta. Llevamos en esta finca casi 40 años, pero antes teníamos dos pisos más. Con el covid las cosas cambiaron, y aguantar tres pisos no salía a cuenta.

¿Cómo empezó en esto?

A los 12 años fui a vivir con mi madre porque mi abuela y mi tía no me podían pagar más el colegio de monjas. Íbamos de pensión en pensión, porque Teresa, mi madre, no pagaba, nos íbamos con lo puesto. Fue cruel. Yo trabajaba en una fábrica de esencias. Mi madre enfermó y la llevaron al hospital del Mar, que era terrible en aquella época. Yo lloraba en el trabajo, y el encargado me dijo: ‘Hable con el señor Manel’. Y el señor Manel enseguida cambió a mi madre a una clínica moderna, y a mi hermana y a mí nos llevó a un hotelito que solo era para chicas. Fue una persona encantadora y fue el primer señor de mi vida. Era mucho mayor que yo.

¿Qué edad tenía usted?

Yo debía de tener 16 años. Vivíamos en la calle Padua, y no podía salir nunca de ahí. Yo nunca he sido joven: desde los 16 a los 22 estuve encerrada.

¿Nunca se planteó hacer otra cosa?

Después trabajé en la aduana, en los almacenes de El Águila... Pero las señoras no estábamos bien pagadas, y después de haber estado con este señor no nos llegaba. Gastamos mucho dinero, y cuando este señor me planteó que me fuese con él a Canarias, y dejar a mi madre y a mi hermana, dije que no. Entonces fue cuando yo le dije a mi madre: ‘A partir de ahora, yo haré tu trabajo’. Me dijo que me fuera a un cabaret, pero le contesté: ‘Mamá, que yo no bebo ni fumo, prefiero hacer señores’. Y me fui a la mejor casa de Barcelona.

¿Qué diferencias ha visto a lo largo del tiempo en los clientes?

Creo que el sexo no ha cambiado, pero por ejemplo el cine ha despertado cosas diferentes en los señores. Me acuerdo de que con 'El cartero siempre llama dos veces' todos los señores me pedían una mesa y yo pensando: ‘¿Pero esto qué es, América?’. Es curioso: ahora muchas veces nos piden que las chicas sean catalanas, y en los 60 los señores que venían hablaban castellano. Se ve que a la burguesía catalana les sabía mal ir a casas de señoras. Eran catalanes y hablaban castellano: yo se lo notaba enseguida y les decía: ‘Usted es catalán, ¿verdad?’. Y ahora, mira qué cosas, me dicen: ‘Lydia, las chicas, catalanas’. Y les contesto: ‘En cambio vosotros hablabais castellano en aquella época’.

¿Y las chicas que se dedican a esto han cambiado?

Sí, totalmente. Lo que era bonito de hacer señores, la fantasía, la ropa interior, el toque de elegancia... yo lo he querido conservar siempre. Algunas mujeres nos tienen esta especie de manía... Y nosotras estaremos siempre. Siempre. Porque no hay nada que sea como nosotras, y nosotras hemos salvado muchos matrimonios.

Pero no todas las mujeres que se dedican a esto lo hacen por voluntad propia.

En mi casa sí, y tanto. Luego están las mafias y todo eso. Eso ha perjudicado mucho nuestro trabajo. Las obligan a hacer todas esas cosas... Nuestro mundo es feo, es malo y es complicado, y hay que ser muy valiente para hacer señores, porque si no no harás nada. Porque encerrarte con una persona... Nosotras no tenemos un libro de instrucciones que nos diga qué tenemos que hacer, tiene que salir de ti misma, tienes que tener una cabecita espabilada. Y no todas las mujeres sirven. Una vez una señora me dijo: ‘Es que Lydia lo pinta todo muy bien’. No, no es así: yo sé cómo es mi trabajo. He tenido la suerte de que, por teléfono, cuando he oído a un señor que no me gusta le he dicho: ‘Se equivoca, esto es el aeropuerto’. Y se acabó la historia.

¿Nunca ha tenido problemas, nunca le ha hecho daño un hombre?

Cuando un señor viene a mi casa y me dice que quiere esto o lo otro le digo: ‘Uy, usted es muy profesional, nosotras somos medio aficionadas’. Yo hasta hago comidas y bocadillos. Me gusta cocinar. A un señor se le había muerto la señora y me decía: ‘Lydia, hace tres navidades que no como escudella’. Y un día se la hice.

¿Usted es feminista?

No. Creo que las mujeres lo han pasado muy mal, estar encerrada con un hombre que te maltrata, por ejemplo en la época del covid, debe de ser terrible para una mujer. Y como mujer que soy me sabe muy mal. Pero también me sabe muy mal que las mujeres feministas hablen de nosotras de una manera cruel y mala. Como mujeres que son tendrían que pensar: ‘Estas mujeres hacen este trabajo quizás porque no han encontrado otro’. Nos quieren humillar. Yo defenderé a las mujeres a las que haya que defender, como las mujeres maltratadas. Pero las que están siempre en contra de nosotras quizás no nos conocen.

¿Qué habría que hacer con la prostitución, regularla?

Sí, pero eso no se hará nunca. No sé por qué, porque es el oficio más antiguo que hay.

Son famosas sus anécdotas con Dalí, Cela... ¿Puede explicar alguna nueva?

Con un señor me tenía que poner un vestido de novia porque se le murió la mujer en el altar. Nos venía a buscar el chófer, me tapaba los ojos por la Diagonal hasta la torre, y allí me ponía el vestido de novia. En aquel momento no entendía muy bien todo aquello, pero al cabo del tiempo he pensado que el señor necesitaba revivir la desgracia que le pasó.

Usted ha dicho que es convergente y del Barça. No es muy buena época, ¿no?

Bueno, ahora el Barça ya va mejor. Y lo otro, a ver. Dicen: 'Lydia debe de ser independentista'. Yo lo que pasa es que quiero mucho a mi ciudad, y querría que fuese muy bien, que no nos pusieran tantas trabas con todas las cosas. Hace tiempo que tienen que hacer más grande el aeropuerto, y nos ponen inconvenientes... De hecho, creo que en el resto de España nos tienen un poco de celos. Estamos tan bien situados: el mar, el Pirineo, lo tenemos todo. Y eso quizás es lo que hace que nos miren un poco mal. Me siento muy catalana, pero no entiendo bien lo de la independencia porque es absolutamente impensable que la tengamos. Al menos yo no la podré ver.

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¿Por qué cree que es la señora que se dedica a esto más famosa de Barcelona?

Quizás porque fui atrevida con los libros. Quise darme a conocer. Yo, igual que en 'Lo que el viento se llevó', cuando cogí al primer señor pensé que nunca volvería a pasar hambre, no dejaría dinero a deber en una pensión como mi madre, que no podía pagar. Yo no sé lo que es salir de noche: a las ocho de la mañana estoy pendiente de los teléfonos y a las ocho de la tarde no dejo entrar a nadie más, de lunes a sábado. Eso he hecho durante 40 años. Si tienes esta cabecita que hay que tener para hacer señores, se puede llegar a hacer con dignidad.

Última edición por Dr. Loomis; 04/03/2023 a las 21:03.
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Señora Rius: "Me sabe mal que las feministas hablen de nosotras de manera cruel"

Lydia Artigas (Barcelona, 1938), mucho más conocida como señora Rius, es la madame más famosa de Barcelona desde que escribiera dos libros contando sus vivencias en la prostitución, lo que ella llama "hacer señores". El último se publicó hace ahora una década.

¿A qué se dedica usted?

Soy una señora que había hecho señores, y ahora llevo un poco la dirección de este trabajo. ¿Sabe por qué? Cuando vinimos a este piso [de la calle Villarroel de Barcelona] éramos cuatro señoras casi de la misma edad. Si llamaban a la puerta las chicas tenían miedo de salir, y entonces salía yo con una bata y abría la puerta. Llevamos en esta finca casi 40 años, pero antes teníamos dos pisos más. Con el covid las cosas cambiaron, y aguantar tres pisos no salía a cuenta.

¿Cómo empezó en esto?

A los 12 años fui a vivir con mi madre porque mi abuela y mi tía no me podían pagar más el colegio de monjas. Íbamos de pensión en pensión, porque Teresa, mi madre, no pagaba, nos íbamos con lo puesto. Fue cruel. Yo trabajaba en una fábrica de esencias. Mi madre enfermó y la llevaron al hospital del Mar, que era terrible en aquella época. Yo lloraba en el trabajo, y el encargado me dijo: ‘Hable con el señor Manel’. Y el señor Manel enseguida cambió a mi madre a una clínica moderna, y a mi hermana y a mí nos llevó a un hotelito que solo era para chicas. Fue una persona encantadora y fue el primer señor de mi vida. Era mucho mayor que yo.

¿Qué edad tenía usted?

Yo debía de tener 16 años. Vivíamos en la calle Padua, y no podía salir nunca de ahí. Yo nunca he sido joven: desde los 16 a los 22 estuve encerrada.

¿Nunca se planteó hacer otra cosa?

Después trabajé en la aduana, en los almacenes de El Águila... Pero las señoras no estábamos bien pagadas, y después de haber estado con este señor no nos llegaba. Gastamos mucho dinero, y cuando este señor me planteó que me fuese con él a Canarias, y dejar a mi madre y a mi hermana, dije que no. Entonces fue cuando yo le dije a mi madre: ‘A partir de ahora, yo haré tu trabajo’. Me dijo que me fuera a un cabaret, pero le contesté: ‘Mamá, que yo no bebo ni fumo, prefiero hacer señores’. Y me fui a la mejor casa de Barcelona.

¿Qué diferencias ha visto a lo largo del tiempo en los clientes?

Creo que el sexo no ha cambiado, pero por ejemplo el cine ha despertado cosas diferentes en los señores. Me acuerdo de que con 'El cartero siempre llama dos veces' todos los señores me pedían una mesa y yo pensando: ‘¿Pero esto qué es, América?’. Es curioso: ahora muchas veces nos piden que las chicas sean catalanas, y en los 60 los señores que venían hablaban castellano. Se ve que a la burguesía catalana les sabía mal ir a casas de señoras. Eran catalanes y hablaban castellano: yo se lo notaba enseguida y les decía: ‘Usted es catalán, ¿verdad?’. Y ahora, mira qué cosas, me dicen: ‘Lydia, las chicas, catalanas’. Y les contesto: ‘En cambio vosotros hablabais castellano en aquella época’.

¿Y las chicas que se dedican a esto han cambiado?

Sí, totalmente. Lo que era bonito de hacer señores, la fantasía, la ropa interior, el toque de elegancia... yo lo he querido conservar siempre. Algunas mujeres nos tienen esta especie de manía... Y nosotras estaremos siempre. Siempre. Porque no hay nada que sea como nosotras, y nosotras hemos salvado muchos matrimonios.

Pero no todas las mujeres que se dedican a esto lo hacen por voluntad propia.

En mi casa sí, y tanto. Luego están las mafias y todo eso. Eso ha perjudicado mucho nuestro trabajo. Las obligan a hacer todas esas cosas... Nuestro mundo es feo, es malo y es complicado, y hay que ser muy valiente para hacer señores, porque si no no harás nada. Porque encerrarte con una persona... Nosotras no tenemos un libro de instrucciones que nos diga qué tenemos que hacer, tiene que salir de ti misma, tienes que tener una cabecita espabilada. Y no todas las mujeres sirven. Una vez una señora me dijo: ‘Es que Lydia lo pinta todo muy bien’. No, no es así: yo sé cómo es mi trabajo. He tenido la suerte de que, por teléfono, cuando he oído a un señor que no me gusta le he dicho: ‘Se equivoca, esto es el aeropuerto’. Y se acabó la historia.

¿Nunca ha tenido problemas, nunca le ha hecho daño un hombre?

Cuando un señor viene a mi casa y me dice que quiere esto o lo otro le digo: ‘Uy, usted es muy profesional, nosotras somos medio aficionadas’. Yo hasta hago comidas y bocadillos. Me gusta cocinar. A un señor se le había muerto la señora y me decía: ‘Lydia, hace tres navidades que no como escudella’. Y un día se la hice.

¿Usted es feminista?

No. Creo que las mujeres lo han pasado muy mal, estar encerrada con un hombre que te maltrata, por ejemplo en la época del covid, debe de ser terrible para una mujer. Y como mujer que soy me sabe muy mal. Pero también me sabe muy mal que las mujeres feministas hablen de nosotras de una manera cruel y mala. Como mujeres que son tendrían que pensar: ‘Estas mujeres hacen este trabajo quizás porque no han encontrado otro’. Nos quieren humillar. Yo defenderé a las mujeres a las que haya que defender, como las mujeres maltratadas. Pero las que están siempre en contra de nosotras quizás no nos conocen.

¿Qué habría que hacer con la prostitución, regularla?

Sí, pero eso no se hará nunca. No sé por qué, porque es el oficio más antiguo que hay.

Son famosas sus anécdotas con Dalí, Cela... ¿Puede explicar alguna nueva?

Con un señor me tenía que poner un vestido de novia porque se le murió la mujer en el altar. Nos venía a buscar el chófer, me tapaba los ojos por la Diagonal hasta la torre, y allí me ponía el vestido de novia. En aquel momento no entendía muy bien todo aquello, pero al cabo del tiempo he pensado que el señor necesitaba revivir la desgracia que le pasó.

Usted ha dicho que es convergente y del Barça. No es muy buena época, ¿no?

Bueno, ahora el Barça ya va mejor. Y lo otro, a ver. Dicen: 'Lydia debe de ser independentista'. Yo lo que pasa es que quiero mucho a mi ciudad, y querría que fuese muy bien, que no nos pusieran tantas trabas con todas las cosas. Hace tiempo que tienen que hacer más grande el aeropuerto, y nos ponen inconvenientes... De hecho, creo que en el resto de España nos tienen un poco de celos. Estamos tan bien situados: el mar, el Pirineo, lo tenemos todo. Y eso quizás es lo que hace que nos miren un poco mal. Me siento muy catalana, pero no entiendo bien lo de la independencia porque es absolutamente impensable que la tengamos. Al menos yo no la podré ver.

Noticias relacionadas
Amalia López: "Me vine a Tanzania tras impactarme la situación en la que viven las mujeres"
Isabel Gil, mallorquina superviviente del accidente aéreo de Nantes: "Fue un milagro, volamos media hora sin un ala"
¿Por qué cree que es la señora que se dedica a esto más famosa de Barcelona?

Quizás porque fui atrevida con los libros. Quise darme a conocer. Yo, igual que en 'Lo que el viento se llevó', cuando cogí al primer señor pensé que nunca volvería a pasar hambre, no dejaría dinero a deber en una pensión como mi madre, que no podía pagar. Yo no sé lo que es salir de noche: a las ocho de la mañana estoy pendiente de los teléfonos y a las ocho de la tarde no dejo entrar a nadie más, de lunes a sábado. Eso he hecho durante 40 años. Si tienes esta cabecita que hay que tener para hacer señores, se puede llegar a hacer con dignidad.
Si esta señora contara de verdad todo lo que sabe...

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Señora Rius: "Me sabe mal que las feministas hablen de nosotras de manera cruel"

Lydia Artigas (Barcelona, 1938), mucho más conocida como señora Rius, es la madame más famosa de Barcelona desde que escribiera dos libros contando sus vivencias en la prostitución, lo que ella llama "hacer señores". El último se publicó hace ahora una década.

¿A qué se dedica usted?

Soy una señora que había hecho señores, y ahora llevo un poco la dirección de este trabajo. ¿Sabe por qué? Cuando vinimos a este piso [de la calle Villarroel de Barcelona] éramos cuatro señoras casi de la misma edad. Si llamaban a la puerta las chicas tenían miedo de salir, y entonces salía yo con una bata y abría la puerta. Llevamos en esta finca casi 40 años, pero antes teníamos dos pisos más. Con el covid las cosas cambiaron, y aguantar tres pisos no salía a cuenta.

¿Cómo empezó en esto?

A los 12 años fui a vivir con mi madre porque mi abuela y mi tía no me podían pagar más el colegio de monjas. Íbamos de pensión en pensión, porque Teresa, mi madre, no pagaba, nos íbamos con lo puesto. Fue cruel. Yo trabajaba en una fábrica de esencias. Mi madre enfermó y la llevaron al hospital del Mar, que era terrible en aquella época. Yo lloraba en el trabajo, y el encargado me dijo: ‘Hable con el señor Manel’. Y el señor Manel enseguida cambió a mi madre a una clínica moderna, y a mi hermana y a mí nos llevó a un hotelito que solo era para chicas. Fue una persona encantadora y fue el primer señor de mi vida. Era mucho mayor que yo.

¿Qué edad tenía usted?

Yo debía de tener 16 años. Vivíamos en la calle Padua, y no podía salir nunca de ahí. Yo nunca he sido joven: desde los 16 a los 22 estuve encerrada.

¿Nunca se planteó hacer otra cosa?

Después trabajé en la aduana, en los almacenes de El Águila... Pero las señoras no estábamos bien pagadas, y después de haber estado con este señor no nos llegaba. Gastamos mucho dinero, y cuando este señor me planteó que me fuese con él a Canarias, y dejar a mi madre y a mi hermana, dije que no. Entonces fue cuando yo le dije a mi madre: ‘A partir de ahora, yo haré tu trabajo’. Me dijo que me fuera a un cabaret, pero le contesté: ‘Mamá, que yo no bebo ni fumo, prefiero hacer señores’. Y me fui a la mejor casa de Barcelona.

¿Qué diferencias ha visto a lo largo del tiempo en los clientes?

Creo que el sexo no ha cambiado, pero por ejemplo el cine ha despertado cosas diferentes en los señores. Me acuerdo de que con 'El cartero siempre llama dos veces' todos los señores me pedían una mesa y yo pensando: ‘¿Pero esto qué es, América?’. Es curioso: ahora muchas veces nos piden que las chicas sean catalanas, y en los 60 los señores que venían hablaban castellano. Se ve que a la burguesía catalana les sabía mal ir a casas de señoras. Eran catalanes y hablaban castellano: yo se lo notaba enseguida y les decía: ‘Usted es catalán, ¿verdad?’. Y ahora, mira qué cosas, me dicen: ‘Lydia, las chicas, catalanas’. Y les contesto: ‘En cambio vosotros hablabais castellano en aquella época’.

¿Y las chicas que se dedican a esto han cambiado?

Sí, totalmente. Lo que era bonito de hacer señores, la fantasía, la ropa interior, el toque de elegancia... yo lo he querido conservar siempre. Algunas mujeres nos tienen esta especie de manía... Y nosotras estaremos siempre. Siempre. Porque no hay nada que sea como nosotras, y nosotras hemos salvado muchos matrimonios.

Pero no todas las mujeres que se dedican a esto lo hacen por voluntad propia.

En mi casa sí, y tanto. Luego están las mafias y todo eso. Eso ha perjudicado mucho nuestro trabajo. Las obligan a hacer todas esas cosas... Nuestro mundo es feo, es malo y es complicado, y hay que ser muy valiente para hacer señores, porque si no no harás nada. Porque encerrarte con una persona... Nosotras no tenemos un libro de instrucciones que nos diga qué tenemos que hacer, tiene que salir de ti misma, tienes que tener una cabecita espabilada. Y no todas las mujeres sirven. Una vez una señora me dijo: ‘Es que Lydia lo pinta todo muy bien’. No, no es así: yo sé cómo es mi trabajo. He tenido la suerte de que, por teléfono, cuando he oído a un señor que no me gusta le he dicho: ‘Se equivoca, esto es el aeropuerto’. Y se acabó la historia.

¿Nunca ha tenido problemas, nunca le ha hecho daño un hombre?

Cuando un señor viene a mi casa y me dice que quiere esto o lo otro le digo: ‘Uy, usted es muy profesional, nosotras somos medio aficionadas’. Yo hasta hago comidas y bocadillos. Me gusta cocinar. A un señor se le había muerto la señora y me decía: ‘Lydia, hace tres navidades que no como escudella’. Y un día se la hice.

¿Usted es feminista?

No. Creo que las mujeres lo han pasado muy mal, estar encerrada con un hombre que te maltrata, por ejemplo en la época del covid, debe de ser terrible para una mujer. Y como mujer que soy me sabe muy mal. Pero también me sabe muy mal que las mujeres feministas hablen de nosotras de una manera cruel y mala. Como mujeres que son tendrían que pensar: ‘Estas mujeres hacen este trabajo quizás porque no han encontrado otro’. Nos quieren humillar. Yo defenderé a las mujeres a las que haya que defender, como las mujeres maltratadas. Pero las que están siempre en contra de nosotras quizás no nos conocen.

¿Qué habría que hacer con la prostitución, regularla?

Sí, pero eso no se hará nunca. No sé por qué, porque es el oficio más antiguo que hay.

Son famosas sus anécdotas con Dalí, Cela... ¿Puede explicar alguna nueva?

Con un señor me tenía que poner un vestido de novia porque se le murió la mujer en el altar. Nos venía a buscar el chófer, me tapaba los ojos por la Diagonal hasta la torre, y allí me ponía el vestido de novia. En aquel momento no entendía muy bien todo aquello, pero al cabo del tiempo he pensado que el señor necesitaba revivir la desgracia que le pasó.

Usted ha dicho que es convergente y del Barça. No es muy buena época, ¿no?

Bueno, ahora el Barça ya va mejor. Y lo otro, a ver. Dicen: 'Lydia debe de ser independentista'. Yo lo que pasa es que quiero mucho a mi ciudad, y querría que fuese muy bien, que no nos pusieran tantas trabas con todas las cosas. Hace tiempo que tienen que hacer más grande el aeropuerto, y nos ponen inconvenientes... De hecho, creo que en el resto de España nos tienen un poco de celos. Estamos tan bien situados: el mar, el Pirineo, lo tenemos todo. Y eso quizás es lo que hace que nos miren un poco mal. Me siento muy catalana, pero no entiendo bien lo de la independencia porque es absolutamente impensable que la tengamos. Al menos yo no la podré ver.

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¿Por qué cree que es la señora que se dedica a esto más famosa de Barcelona?

Quizás porque fui atrevida con los libros. Quise darme a conocer. Yo, igual que en 'Lo que el viento se llevó', cuando cogí al primer señor pensé que nunca volvería a pasar hambre, no dejaría dinero a deber en una pensión como mi madre, que no podía pagar. Yo no sé lo que es salir de noche: a las ocho de la mañana estoy pendiente de los teléfonos y a las ocho de la tarde no dejo entrar a nadie más, de lunes a sábado. Eso he hecho durante 40 años. Si tienes esta cabecita que hay que tener para hacer señores, se puede llegar a hacer con dignidad.
De esta entrevista pueden comentarse muchas cosas; pero dar la culpa al covid cuando no se ha sabido renovarse ... emotic_nono
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